Penitenciaria del Estado, Monterrey, N.L.
Señor general Porfirio
Díaz
15 de junio de 1910,
México, D.F.
Muy señor mío:
En
su carta del 27 de abril próximo pasado, me decía usted: “en la ley encontraran
tanto las autoridades como los ciudadanos, el camino seguro para ejercitar sus
derechos; y que la Constitución no lo autorizaba a usted para ingerirse en los
asuntos que pertenecen a la soberanía de las entidades federativas”.
A
pesar de ello, la ley, aunque observada por mis partidarios, ha sido
frecuentemente violada por los de usted que ocupan puestos públicos, y aunque
se desprendía de su carta que la federación no podía intervenir en los Estados
para que se respetaran las garantías individuales, en cambio si ha intervenido
para apoyar los atropellos cometidos por las autoridades locales, como paso
aquí en Monterrey, en donde, para disolver una pacifica y ordenada manifestación
en mi honor, prestaron ayuda las fuerzas federales del régimen de rurales.
Esta
intervención directa de las fuerzas federales, no ha venido sino a confirmar lo
que dije a usted en mi anterior, y es que, según la opinión publica, usted es
el principal responsable de los actos de sus partidarios en toda la República,
a pesar de la soberanía de los Estados, que solo existe de nombre.
Eso
esta en la conciencia de todos, y usted mismo lo dio a entender en s entrevista
con Creelman, así es que no puede negarse; pero aunque no fuera así, el hecho
innegable es que en toda la República, los partidarios de usted, que ocupan
puestos públicos, están cometiendo toda clase de atentados contra mis
partidarios y hasta contra mi mismo, acusándome de injurias a usted, basándose
para ello en el testimonio del señor licenciado Juan R. Orci, que confecciono
un discurso a su gusto y me lo atribuyo como pronunciado en San Luis Potosí. ¡Así
es que una calumnia de uno de sus partidarios y la complacencia de los jueces y
demás autoridades, me han privado de mi libertad!
Esto
ya no tiene nombre, y ha venido a demostrar que si conmigo, que hasta cierto
punto merecía respeto, aunque no fuese sino por que el decoro de usted, se han
cometido atentados tan escandalosos, ¿Qué será con mis numerosos partidarios?
Algunos
de ellos tratados con crueldad, en Torreón, están acusados de sediciosos y en
el proceso tiene por base, ¡anónimos que el jefe político pretende haber
recibido!
Otros,
como en esta, San Luis, Saltillo, Puebla, Cananea, Orizaba, etc., son reducidos
a prisión por que se ocupan en preparar los trabajos electorales.
En
cuanto a mi, desde este encierro en donde me tiene usted reducido, no puedo
hacer mas que publicar mi manifiesto aludido, y tranquilo espero sus consecuencias.
Se muy bien que con jueces obedientes a la consigna y superiores poco escrupulosos
darles cuando se trata de beneficiar a su partido. Mi suerte esta en sus manos
y se me podrá procesar y condenar por los mayores delitos. ¡Que así sea!, pero
tengo la conciencia de servir a mi patria con lealtad y honradez, y los mayores
peligros personales no me han de arredrar para servirla.
Soy
su atento servidor.
Francisco
I. Madero.
Fuente:
González Garza Federico. La Revolución Mexicana. Mi contribución político-literaria.
(Biblioteca de obras fundamentales de la Independencia y la Revolución).
Comisión Nacional para la celebración del 175 Aniversario de la Independencia
Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana, México, INEHRM, 1985. pp.
433-436.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario