lunes, 5 de enero de 2015

Francisco Gozález Bocanegra ( segunda parte)




¡SIEMPRE LLORAR!
SONETO

Al influjo cruel de mi destino
Cruzando voy la senda de la vida,
Perdido ya mi amor, mi paz perdida,
Riego con llanto mi infeliz camino.

¿Qué importa que del astro matutino
Bañe la luz mi frente enardecida;
Si ha de encontrar con llanto humedecida
Mi triste faz el astro vespertino?

¡Siempre llorar, sin que mi Elisa amante
Enjugue ahora con su amor mi lloro!
¡Siempre llorar, la dicha de un instante
Y mí perdido amor y mi tesoro!
¡Siempre llorar! Pero tenerte delante
La imagen, ¡Ay! De la mujer que adoro.

México 1852


RECUERDOS Y ESPERANZAS

Como rayo que el sol ardiente y puro
Tras negra tempestad al mundo lanza,
Así viene un destello de esperanza
A iluminar mi porvenir oscuro.

Tranquila cruza por la mente mía,
Cual otro tiempo, una ilusión de amores;
¡Bella ilusión, tú aliviaste los dolores
Del corazón que de dolor gemía!

No te apartes de mí, no, no, detente,
Ven adornada de divinas galas,
Y cubre amante con tus blancas alas
Las huellas que el pesar deja en mi frente.

¡Bellísima ilusión! ¡Nuncio divino
De soñados placeres y ventura!
¿Eres en mis momentos de amargura
Precursora feliz de mi destino?

¿Es que escuchado mi gente doliente
Quieres calmar la pena a que me entrego?
¿O es mi ilusión cual la ilusión del ciego
Que sueña con el sol resplandeciente?

¿Por qué se abre mi pecho a la esperanza?
¿Por qué ahora late el corazón violento
Yen alas del amor el pensamiento
De una ilusión a otra ilusión se lanza?...

¡Y yo dudaba del amor un día!
Cuando en mis negras horas de tristura
A mi Elisa, a mi bien, llamé perjura,
Era el dolor el que mentir me hacía.

¡Ah, mi Elisa, perdón! Si en el instante
Que perjura mi labio te llamaba,
En tu faz una lágrima rodaba
Por la memoria del que fue tú amante.

Si el dolor cual a mi te arranco impío
Del tierno corazón un ¡Ay! Doliente,
Piensa que a unirse fueron tristemente
Tu hondo suspiro y el suspiro mío.

Si prorrumpiste en lánguida querella
También mis quejas dirigí yo al cielo,
Mi frente está marchita por el duelo,
¿No ves pintado el sufrimiento en ella?

¿No ves cuál surca mi mejilla el llanto
Al recordar la dicha que no existe?
¿No escuchas resonar doliente y triste
De tu poeta desgraciado, el canto?

¿Y lloras tú también? ¿Tu faz divina
Inclinas hacia el suelo dolorosa,
Como al brillar la estrella vespertina
Se inclina triste la marcha rosa?

¡Elisa! ¡Elisa!, ¿Me amas todavía?
¿Dudas acaso de mi amor profundo?
¿No sabes ángel bello que en el mundo
Eres tú la ilusión del alma mía?

Si guardas, adorada, allá en tu seno
Una memoria fiel de mis autores,
Calma, mi Elisa calma los dolores
Que sufre el corazón de angustia lleno.

Yo te amo aún por qué grabado en mi alma
Está el recuerdo de felices días,
En que a mi lado con placer veías
Nuestras horas de amor pasar en calma.

Y reclinado en tu rezago blando,
Ajeno el corazón al sufrimiento,
Al recorrer la luna el firmamento
Trovas de amor nos encontró cantando.

Con tu flotante cabellera de oro
El céfiro jugaba, ídolo mío,
Y humedecían las gotas de rocío
Mi faz que luego la inundara el lloro.

¿No recuerdas, Elisa, esos instantes?
Amor las aves al cantar decían,
Y amor, amor, a un tiempo repetían
Las aguas de arroyo murmurantes.

De su cáliz la rosa purpurina,
Derramaba, mí bien, su dulce aroma,
Y la inocente y cándida paloma
Cantaba amor sobre la vieja encina.

Pero todo pasó; la mente inquieta
Aquellos tiempos los recuerda triste,
Y al pensar en la dicha que no existe
Llanto derrama tu infeliz poeta.

¿Es vivir separados nuestra suerte?
¿No seguiremos juntos un camino?
¿Si aquí, mi bien, nos separó el destino
Nos unirán los lazos de la muerte?

¿Al dejar nuestras almas este suelo
Confundirán su espiritual esencia,
Y del querub tendremos la existencia
Allá ante el trono del señor del cielo?

¿Allá, mi bien, donde viven los querubes
Se juntarán dos almas que se amaron?
¿Los que a la influencia de un dolor lloraron
Un mismo trono ocuparán de nubes?

Si nunca en tu dolor me has olvidado,
Si lloras porque infiel me hayas creído,
Tal vez al escuchar mi hondo gemido
Tu corazón de amor ha palpitado.

No calles, no, cuando en amor te inflamas,
Di que no fue mi dicha transitoria,
Di que aún conservas de mi amor memoria,
Dime, mi amada, por piedad, que me amas.

Pero ¡Ay! En vano mi clamor se eleva,
Ya no lo escucha con amor mi Elisa,
Sólo en sus alas la furtiva brisa
Por el espacio azul mis quejas llevan.

Y en la región se pierden de la luna
Como el gemir de un cisne lastimero,
Que herido entona su cantar postrero
Y expira abandonado en su laguna.

¿Y mi bella ilusión dónde está ahora?
A mí vista la oculta velo oscuro,
Se extingue el rayo de esperanza puro
Y el corazón en su tormento llora.

La realidad con mano descarnada
El camino me marca de la fosa,
Y “no esperes, me dice, que la sola
Se riegue con el llanto de la amada”.

Ilusiones y amor, dicha, esperanza,
Mentira y humo para mi alma fueron,
Fugaces para mí desaparecieron
Y hoy ni piedad mi desventura alcanza.

Brilló un momento mi ilusión de nuevo
Y pasando halagó  mi fantasía;
¡Bella ilusión de nuevo te creía
Y aún a llamarte en mi dolor me atrevo!

¡No te apartes de mí! ¡No, no, detente!
Ven adornada de divinas galas,
Y cubre amante con tus blancas alas
Las huellas que el pesar deja en mi frente.
México, 1851.

¿ERES FELIZ?

En un álbum
Cuando cruza por tu mente
Un pensamiento de amores,
Como cruza entre las flores,
La blanda brisa de abril;
Cuando piensas a tus solas
Allá en tus horas de calma,
Que hay un ala para tu alma,
Dime, niña ¿eres feliz?

Y si un sentimiento oculto
Hace palpitar tu seno,
Y tu semblante sereno
Se tiñe en blando carmín;
Será que a tu mente viene
Un recuerdo de ventura
Que amor y placer te augura
¿Será, di, que eres feliz?

Cuando amantes, los poetas
Ante tus plantas fieles,
Depositan tus laureles
Que supieron adquirir;
Cuando trémula, turbada,
En cambio dulce sonrisa
Les ofrece indecisa,
Les ofreces indecisa,
Niña, dime, ¿eres feliz?

Cuando amantes, los poetas
Ante tus plantas fieles,
Depositan los laureles
Que supieron adquirir;
Cuando trémula, turbada,
En cambio dulce sonrisa
Les ofreces indecisa,
Niña, dime, ¿eres feliz?

Cuando amantes, los poetas
Ante tus plantas fieles,
Depositan los laureles
Que supieron adquirir;
Cuando trémula, turbada,
En cambio dulce sonrisa
Les ofreces indecisa,
Niña, dime, ¿eres feliz?

Cuando el amor revolando
Va con mano cariñosa
Guirnalda de mirto y rosa
A tu alba frente a ceñir;
Y cuando embriagada aspiras
Los suavísimos olores
De tu guirnalda de flores
¿No es verdad que eres feliz?

Si mil bellas ilusiones,
Si el amor con sus encantos,
Si del poeta los cantos
De ti alejan el sufrir,
Goza las horas de calma
De tus años juveniles;
Como el ave en los pensiles,
Vive, goza, se feliz.

Yo no envidiaré tu suerte,
Porque es mayor la ventura
De ofrecer a tu hermosura
Mi pobre homenaje aquí.
Ni envidia tendré al poeta
Que alcanza un claro renombre;
Poner en tu álbum mi nombre
Basta para ser feliz.
1853 


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