sábado, 3 de enero de 2015

Francisco González Bocanegra (primera parte)


El nombre completo de este personaje es Francisco de Paula, Luciano, José Antonio, Agustín del Carmen de San Rafael, fue el autor del actual Himno Nacional mexicano, nacido en San Luis Potosí. No obstante el Himno no fue lo único que escribió a lo largo de su vida, de hecho era un poeta, que según muchos con gran talento. No obstante, sus creaciones rara vez veían la luz, y menos aun los dedicaba; con la única excepción de los dedicados a sus familiares, a su amada y su amigo. Pero hablemos un poco de él y su familia. Su padre Oriundo de Cádiz era un militar al servicio del ejército realista en México, por otra parte su madre nació en Real de Pinos (una población minera que en aquel entonces pertenecía al estado de San Luis Potosí y actualmente perteneciente a Zacatecas).
     Según se dice, la madre del poeta era una dama distinguida, que siempre supo combinar el amor maternal con la dura vida del deber.
     Dicha vida sufriría un cambio. El 20 de diciembre de 1827, el gobernó de la casi recién nacida Republica Mexicana publico la ley de expulsión de los españoles, el gobierno quería evitar un posible conflicto armado con el Partido Borbonista (el cual estaba conformado en su mayoría por españoles y criollos) y también con el objetivo de acelerar el reconocimiento de independencia de la joven nación.
     La mencionada ley exceptuaba a la gente española casada con habitantes mexicanos y a los que tuviesen hijos con los mismos, pero, estaban obligados a aceptar un fuerte juramento, en el que, entre otras cosas obligaba a apoyar incondicionalmente la independencia de la nación mexicana, su forma de gobierno y quizá más importante aún, a su constitución.
     Un par de años después, para ser exactos el 20 de marzo de 1829 se crea una nueva ley que tenía por objetivo sustituir a la anterior, básicamente era igual, solo que esta tenía por objeto apresurar a los españoles que se empeñaban en permanecer dentro del país.
     José María González Yáñez tuvo la opción de utilizar el juramento o bien, emplear el poder de su cuñado, pero, quizá, lastimado en su dignidad o por su dañado orgullo de español y militar, no quiso someterse al juramento que impuso la ley mexicana. Por ello regreso a su natal España junto con sus hijos y su mujer.
     Ocho años pasaron en Cádiz, lugar donde Francisco debió iniciar sus estudios, y probablemente sus primeras experiencias de vida.
     Se dice que cuando Bocanegra regreso a México, estudio y se dedico al comercio en su estado de San Luis Potosí.
     Es en este periodo cuando se cree que Francisco González Bocanegra mas se dedico a escribir poemas, pues aunque se tiene registro de versos creados anteriormente, México, en ese periodo es cuando comienza a tener auge cultural, por no mencionar que es cuando nuestro personaje histórico a alcanza una madurez intelectual.
     Los trabajos de Francisco tendían a ser en su mayoría nostálgicos aunque muy bien estructurados y, que en su mayoría hacer referencia a Elisa su prima y novia.
     Les dejamos con algunos de sus poemas, esperamos los disfruten.

A Elisa

¡Llorar siempre y padecer!
¡Vivir en eterno duelo!
Ni la esperanza entrever
De que alivies ¡oh mujer!
Este triste desconsuelo.

Siempre amarte y no esperar
El premio de una pasión
Que jamás he de olvidar,
Que nadie podrá borrar
De mi amante corazón.

Siempre buscar anhelante
De tu lindo pie la huella,
Y seguiste delirante,
Cual perdido navegante
Sigue del norte la estrella.

Buscar siempre tu mirada
Que llena de gozo el alma;
Y la sonrisa agraciada
De tu boca nacarada
Que mi intenso dolor calma.

Buscar en tu ser mi ser,
Amarte con frenesí
Y no poder comprender
Si eres ángel o mujer
O desterrada peri.

Tú eres bella cual ninguna,
Cual la paloma, sencilla,
El amor meció tu cuna,
Y eres pura cual la luna
Que en el alto cielo brilla.

Grabada en mi corazón
Existe tu imagen fiel;
No abrigo más ambición
Que premies tú la pasión
Que hiciste nacer en él.

Y si me quieres brindar
Con la copa de ventura,
Me veras luego olvidar
Mis dolores, mi penar
Y mí amada desventura.

Porque tú sola, alma mía,
Puedes hacerme dichoso;
Sola tú podrás un día,
Dar a mi alma su alegría
Y al corazón su reposo.
México, septiembre de 1846

Un sueño


Soñaba que en tus brazos
Elisa, me adormía,
Y mi pecho latía
De inefable placer.

Soñaba que tu mano
Estrechando la mía,
En gozo convertía
Mi eterno padecer.

Soñaba que tus ojos
Amantes me veían,
Que tus labios reían
Con expresión de amor.

Mil dulces ilusiones
Mi mente adormecían
 De mi pecho huían
La pena  el dolor.

 Todo un eterno mío
Ventura respiraba.
¡Ufano imaginaba
Poseerte ya sin fin!

En tal feliz momento
El alma te entregaba
Y entonces no envidiaba
Ni el ser del querubín.

De mi vida el camino
Cubierto vi de flores
Cuyos gratos olores
El aire embalsamaban;

Y escuchaba el acento
De alegres ruiseñores,
Que un canto a mis amores
Trinando levantaban.

Tu voz en mis oídos
Dulcísima sonaba,
Y el alma enajenaba
Tu acento encantador;

En tu mirar ardiente
El júbilo brillaba;
Tu frente se bañaba
De virginal pudor.

Más dulce que de un ángel
Tu voz me parecía,
Y en mi alma difundía
Un fuego abrasador.

Alborozado entonces
El corazón latía,
Porque el acento oía
Del ángel de su amor.

Un porvenir miraba
Risueño y placentero,
Y por bello sendero
Caminaba hacia él.

Absorto, enajenado,
Yo te juré sincero
Morir por ti primero
Que ser contigo infiel.

De gozo entonces llena
Mi juramento oíste,
Tú, amante, sonreíste,
Yo amante te miré.

Y en la divina mano
Con que la mía oprimiste
¿Di, hermosa, no sentiste
El beso que te estampe?

Más ilusión fue todo
De la agitada mente,
Fue un sueño que clemente
Mi mal vino a calmar.

De súbito despierto,
Mi engaño veo patente,
Y el corazón doliente
Se entrega a su penar.

Ven, pues, ¡Ho dulce sueño!
Ven otra vez a mí,
Que encuentro sólo en ti
Alivio mi dolor.

Si por desgracia mía
Para ella no nací,
Sueñe al menos, si así
Disfruto de su amor.
México, noviembre de 1846

La partida


¡Y tu partes, ángel mío!
Partes, Elisa adorada,
¡Dejando mi alma entregada
A insoportable dolor!

¿Partes desgarrando el pecho
De quien te ama, vida mía,
De quien tu frente cubría
Con dulces besos de amor?

¿Partes, ay! ¿Por qué se ensaña
Contra nosotros la suerte?
¡Ho Mi bien! Puedo perderte,
Pero olvidarte ¡Jamás!

¡Jamás! Que tu imagen bella
Grabada en el alma existe…
¡Suele consolarse el triste
Con sus recuerdos no más!

 ¡Ho, mi Elisa! Veo pintado
El dolor en tu semblante
Y tú pecho palpitante
Mi débil mano tocó.

Ya por tu tersa mejilla
Rueda una lágrima breve,
Que hasta tu seno de nieve
Purísima descendió.

¿Acaso Cruel pensamiento
Cruzó por tu mente, hermosa?
Abres tus labios de rosa
Y vas a decirme “a Dios”.

Pero el aliento te falta;
Cuando a mis brazos te arrojas
Mi seno con llanto mojas;
Lloremos, mí bien, los dos.

Lloremos porque el destino
Nos separa, ídolo mío,
Y el rigor del hado impío,
¿Quién puede impedirlo, quien?

Lloremos hoy, que algún día
Se apiadara el Cielo santo,
Y entonces juntos el llanto
Enjugaremos también.

Vuelan contigo, adorada,
Mis placeres, mi ventura,
Y en el mar de la amargura
Siento el alma zozobrar.

¿Qué es para mi la existencia
Lejos, ¡ay!, querida?
Carga atroz, aborrecida,
Imposible a soportar.

Yo recorreré los sitios
Que contigo he frecuentado,
Más sin tenerte a mi lado
¿Dónde placer hallare?

¿Dónde hallaré la ventura
Que hoy me arrebata el destino?
¡ay!, de mi vida el camino
Con lagrimas regare.

Volveré en torno los ojos,
Y hallaré en torno… ¡Vacio!
Y en horrible desvarió
Mi mente se agitara.

Por doquiera tus miradas
Buscare ansioso, mi Elisa,
Y tu divina sonrisa,


Que envidia al arcángel da.

¿Y qué de encontrarme abre
Que alivie mi pena? ¡Nada!
¡ay!, mi mente acalorada
Ya comienza a delirar.

¡No partas, Elisa mía,
Por nuestro amor te lo ruego!
¿no ves que tu ausencia luego
Va a mi pecho a desgarrar?

Segunda veza mis brazos
Te arrojas, amada mía…
¡Partes ya! … ¡Maldito día
Que me separa de ti!

¡Te vez! … Lo quiso la suerte.
“A Dios” imán de mi vida,
“A Dios” Elisa querida
¡Ay!, no te olvides de mí.
México, 1847                                                                                                                             


L.N Hernán 

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