viernes, 3 de octubre de 2014

Chichimecas ¿antepasados gloriosos o salvajes depredadores?

Por José Luis Pérez Flores
El norte de lo que actualmente conocemos como México, ha destacado desde la época prehispánica por su diversidad cultural y ambiental; de manera simultánea, la ignorancia e incomprensión han contribuido al arraigo de prejuicios en su contra. Ha sido conceptualizada como una zona de desiertos estériles y sus habitantes, caracterizados como salvajes, en el mejor de los casos como barbaros enemigos de la civilización. Resulta sumamente injurioso uniformar a los pobladores del vasto norte, habitado por una pluralidad de pueblos; sin embargo, en la época prehispánica, colonial e incluso en la actualidad, la diversidad cultural e histórica se diluye en generalizaciones. A lo largo del tiempo ha sido construida una mirada despectiva que continuó durante la dominación española y hasta nuestros días.
Algunas de las fuentes escritas mas importantes para el conocimiento del pasado prehispánico y del siglo XVI novohispano, como Fray Bernardino de Sahagún, autor de la celebra Historia general de las cosas de la Nueva España, y Diego Muñoz Camargo, escritor de la historia de Tlaxcala, subrayan la habilidad de los chichimecas en el uso del arco y la flecha, su modo de vina nómada, la pobreza de sus vestidos y posesiones, también los calificaron como barbaros u hombres silvestres. Otros autores de fines del siglo XVI, como Fernando de Alva Ixtlixochitl, en su libro Historia de la nación chichimeca, también escribieron sobre ellos. Pero desde dos puntos de vista opuestos: por una parte se refieren a ellos como valientes guerreros, poderosos antepasados que fundaron linajes gobernantes a la llegada de los españoles; por otra aseguraban que fueron un grupo de salvajes. ¿Por qué este doble discurso, a todas luces contradictorio?
Para responder a esta preguntar, en primer lugar, necesitamos saber quienes fueron los chichimecas. Recibe este nombre el conjunto heterogéneo de grupos indígenas que vivieron en el norte de Mesoamérica. Desde la época prehispánica fue un término peyorativo que usaban los grupos nahuas de la cuenta de México y alrededores para aludir principalmente a los habitantes de lo que actualmente son los estados mexicanos de Querétaro, parte de Hidalgo, Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes y Jalisco. Esta zona suele denominarse como la Chichimecatlalpan, "tierra de los chichimecas". Las fuentes coloniales y algunos autores contemporáneos denominan de esta manera a cualquier indígena del norte de México, incluso del sur de los Estados Unidos.
En el territorio chichimeca, durante la época prehispánica, no sólo tuvieron asiento sociedades agrícolas con una sólida organización estatal; por ejemplo, la llamada cultura Chalchihuites, que construyó los sitios de AltaVista y la Quemada, así como una compleja red de caminos que los enlazaban con sitios menores. Sin embargo, los asentamientos de esta cultura estaban rodeados por grupos de nómadas guerreros con los cuales los miembros de la cultura chalchihuites se interrelacionaron hasta su colapso hacia el año 900 después de Cristo, época en que iniciaron movimientos poblacionales que duraron varios siglos y dieron como resultado el auge y caída de varias culturas mesoamericanas como la Tolteca y las sociedades nahuas de la Cuenta de México y sus alrededores.
La cultura Chalchihuites tiene más afinidad con Mesoamérica, por lo que resulta difícil identificar a sus miembros como chichimecas aunque habitaran el norte. Podemos denominar como "chichimecas históricos" a los grupos de cazadores recolectores que poblaron el norte durante varios milenios; así como a los grupos que emigraron al sur durante varios milenios; y fundaron importantes señoríos como los de Texcoco, Tlaxcala y Tenochtitlan. Pero al momento de la llegada de los españoles, el norte continuaba poblado por grupos que imprimían una gran diversidad cultural a la región, entre ellos destacan los guachichiles, Zacatecos, pamen, cazcanes, etcétera. A pesar de las informaciones someras, quedaron consignadas algunas de las costumbres, creencias, conflictos con otros indígenas y con las autoridades Virreinales de los chichimecas que pelearon la guerra que lleva su nombre (guerra chichimeca); a estos grupos los llamaremos "chichimecas etnográficos". Como podrá apreciar el lector, los movimientos poblacionales de sur a norte y viceversa han sido practicados desde hace varios siglos. Es importante destacar que hubo procesos de expansión de grupos mesoamericanos a las tierras del norte, Marie Areti Hers en el articulo "los chichimecas: ¿nómadas o sedentarios?" considera que las migraciones históricas fueron el retorno de estos grupos que habían adoptado algunos aspectos culturales de los nómadas, como el uso del arco y la flecha, la exaltación de la guerra, deidades bélicas, entre otros. Para Hers no fue la llegada de los nómadas del norte lo que colapsó a los grupos toltecas, más bien éstos facilitaron el retorno de los grupos mesoamericanos que habían ocupado parte del norte, y llegaron para ocupar e vacío de poder existente en ese momento.

LOS CHICHIMECAS Y LA EXPANSIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA
La presencia de los invasores españoles significó el fin de los grandes señoríos indígenas. La organización estatal nativa fue destruida, sus prácticas políticas transformadas profundamente, las religiones ancestrales institucionalizadas fueron erradicadas; sin embargo, los ejércitos indígenas y parte de su organización continuaron durante años, incluso estuvieron al servicio de los españoles en varias empresas militares. Tal fue el caso de los Tlaxcaltecas en la conquista de Tenochtitlan y en la mayoría de las incursiones al norte y occidente,
El dominio español inicio en el centro de Mesoamérica, los territorios del norte tuvieron que esperar varias décadas para su explotación y sometimiento, en parte debido a las condiciones medioambientales y a la ferocidad de sus habitantes, que en esos momentos en su matoria eran grupos nómadas. Los españoles en un principio dirigieron sus acciones guerreras contra las grandes unidades políticas mesoamericanas (mexicas, purépechas, etcétera), pero el norte captó su atención cuando fueron descubiertos yacimientos minerales en Zacatecas. 
La penetración española por el occidente y norte desató dos conflictos: primero la Guerra del Mixton, de 1541 a 1550, y luego la Guerra Chichimeca de 1550 a 1590. Pero los españoles no pelearon solos estos conflictos, contaron con la participación de sus aliados indígenas, entre los que destacaron los tlaxcaltecas. Con la derrota chichimeca, la corona impulsó el asentamiento de 400 familias tlaxcaltecas en San Luis Potosí y abrió al norte de la Nueva España a la colonización de los españoles y sus aliados indígenas. La resistencia de los nativos norteños contra la expansión novohispana contravenía los intereses de los españoles y sus aliados, quienes asumieron una posición contraria a la de los indígenas septentrionales que defendían sus territorios ancestrales.
Con base en lo anterior, podemos comprender que los autores indígenas y mestizos cristianos, como Diego Muños Camargo (mestizo tlaxcalteca identificado con los intereses de Tlaxcala), calificaran como salvajes a los chichimecas etnográficos (contemporáneos suyos) que peleaban contra la corona española. Muñoz Camargo también aseguro que el término chichimeca quiere decir de manera metafórica "hombre salvaje". El autor referido resaltó las características más notables de los chichimecas: su forma de vida cazadora y sus habilidades como arqueros; también dijo que comían carne cruda, succionaban y bebían sangre -afirmaciones que seguramente utilizó como un medio para resaltar su presunto salvajismo-. El escritor tlaxcalteca también comparó a los chichimecas guerreros que en ese momento peleaban en el norte, con los moros. Etimológicamente no hay relación entre el concepto de "chichimeca" y el de "salvaje"; la asociación fue un intento de buscar un equivalente cultural desde occidente. Al parecer se trató de una estrategia para diferenciar entre indios "buenos" e indios "malos", es decir, civilizados y cristianos bajo la tutela de la corona y la iglesia frente a los indios malos y salvajes, rebeldes insumisos que se negaban a aceptar el cristianismo y el sometimiento al rey de España. Dicha clasificación impuso una mirada despreciativa contra todos los nativos del norte.
La oposición entre los chichimecas del norte y los mexicanos puede compararse con la antinomia salvajismo-civilización. Todas las fuentes que se asocian a los chichimecas con  salvajes fueron escritas -O pintadas, según sea el caso- después de la dominación española. La identificación del chichimeca como salvaje sólo fue posible a partir del contacto con los europeos, por que las sociedades mesoamericanas carecían de esa categoría Roger Bartra ha demostrado en su libro el salvaje en el espejo que "la cultura europea generó la idea del hombre salvaje mucho antes de la gran expansión colonial, idea modelada en forma independiente del contacto con grupos humanos extraños de otros continentes"  Siguiendo al mismo autor, esta noción es europea, por lo tanto, resulta inútil buscar dicha categoría fuera de la civilización europea occidental. Sin embargo, lo anterior no descarta que los grupos no europeos tuvieran una noción de la otredad.

En el viejo mundo, los griegos generaron una visión sobre el territorio habitado y domesticado por la colectividad asentada en una ciudad en oposición al espacio desordenado e ignoto en el que habitaban los seres monstruosos de su mitología como los centauros, sátiros etc. A los grupos humanos de cultura diferente, los griegos los denominaron bárbaros "hablantes de lenguas no griegas”, quienes eran considerados superiores a los salvajes, aunque la frontera entre ambos conceptos no fuera nítida. Para los antiguos griegos las nociones de bárbaro y salvaje estaban asociadas a prácticas culturales despreciadas por ellos, como apunta Oscar Muñoz Moran en su artículo "salvajes, bárbaros y brutos. De la gracia al México contemporáneo".

LOS CHICHIMECAS COMO ANTEPASADOS GLORIOSOS     
Contrario a Muñoz Camargo, Fernando de Alva Ixtlixochitl dedicó sus esfuerzos a exaltar los linajes que provienen de los chichimecas históricos, propuso una etimología reivindicatoria y libre de carga peyorativa:
Y este apellido y nombre de chichimeca lo tuvieron desde su origen, que es vocablo propio de esta nación, que quiere decir a las águilas, y no lo que suena en la lengua mexicana, ni la interpretación bárbara que le quieren dar por las pinturas y caracteres, porque allí no significa los mamones, sino los hijos de los chichimecas habidos con las mujeres toltecas...
No es mi interés discutir cuál es el verdadero significado etimológico del gentilicio chichimeca -si es lo que hubiera-, el hecho histórico a resaltar es el esfuerzo que hizo Ixtlixochitl por eliminar la valoración negativa de la palabra "chichimeca". Las razones que lo llevaron a presentar una defensa de los indios del norte en su Historia Chichimeca son muy claras: el escritor descendía del linaje de Nezahualcóyotl y por esta vía también era descendiente de Xólotl, el gran caudillo chichimeca fundador de un nievo orden social posterior a la caída de Tula.

Durante las prosperas décadas del dominio español, para los indígenas la legitimidad de los títulos nobiliarios y la posesión de tierras dependían de la comprobación del parentesco con los linajes de Xólotl y Nezahualcóyotl. Por ellos, a Ixtlixochitl le resultaba imprescindible justificar su papel como noble gracias a la participación del linaje chichimeca; de esta manera la figura del guerrero indómito que llegó del norte adquiere relevancia en su discurso político, al mismo tiempo que trata de suavizar el concepto de salvaje. Xólotl fue representado en el códice homónimo como el jede de los chichimecas, carentes del todo refinamiento al grado de que desconocían el uso del fuero, vestían pieles de animales, Vivian en cuevas y se alimentaban de carne cruda; en contraste con su descendiente Nezahualcóyotl, gobernante texcocano caracterizado por su sabiduría y refinamiento. Como ha señalado Carlos Navarrete, la diferencia radical entre la forma de vida chichimeca y la cultura intelectual texcocana propició que la interpretación histórica derivara en un modelo evolucionista en que los bárbaros del norte "evolucionaron" en poco tiempo para convertirse en la Atenas de Mesoamérica. Modelo evolutivo que, como se ha mostrado, deriva de la oposición salvaje-civilización originada en el viejo mundo, que impregnó las propias fuentes del siglo XVI y que también ha sido reproducida en el discurso histórico de los siglos posteriores hasta llegar a nuestra época.


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