domingo, 15 de junio de 2014

LA LEYENDA DE POPOCATÉPETL E IZTACCÍHUATL


    El dia de hoy les traemos una leyenda indígena de México, espero lo disfruten tanto como nosotros.

    Hace ya miles de años, cuando el Imperio Azteca estaba en su esplendor y dominaba el Valle de México, como práctica común sometían a los pueblos vecinos, requiriéndoles un tributo obligatorio. Fue entonces cuando el cacique de los Tlaxcaltecas, acérrimos enemigos de los Aztecas, cansado de esta terrible opresión, decidió luchar por la libertad de su pueblo.

    El cacique tenía una hija, llamada Iztaccíhuatl, era la princesa más bella y depositó su amor en el joven Popocatépetl, uno de los más apuestos guerreros de su pueblo.
    Ambos se profesaban un inmenso amor, por lo que antes de partir a la guerra, Popocatépetl pidió al cacique la mano de la princesa Iztaccíhuatl. El padre accedió gustoso y prometió recibirlo con una gran celebración para darle la mano de su hija si regresaba victorioso de la batalla.

    El valiente guerrero aceptó, se preparó para partir y guardó en su corazón la promesa de que la princesa lo esperaría para consumar su amor.

    Al poco tiempo, un rival de amores de Popocatépetl, celoso del amor de ambos se profesaban, le dijo a la princesa Iztaccíhuatl que su amado había muerto durante el combate.

    Abatida por la tristeza y sin saber que todo era mentira, la princesa murió.

    Tiempo después, Popocatépetl regresó victorioso a su pueblo, con la esperanza de ver a su amada. A su llegada, recibió la terrible noticia sobre el fallecimiento de la princesa Iztaccíhuatl.

    Entristecido con la noticia, vagó por las calles durante varios días y noches, hasta que decidió hacer algo para honrar su amor y que el recuerdo de la princesa permaneciera en la memoria de los pueblos.

    Mandó construir una gran tumba ante el Sol, amontonando 10 cerros para formar una enorme montaña.

    Tomó entre sus brazos el cuerpo de su princesa, lo llevó a la cima y lo recostó inerte sobre la gran montaña. El joven guerrero le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente a su amada, para velar así, su sueño eterno.

    Desde aquel entonces permanecen juntos, uno frente a otro. Con el tiempo la nieve cubrió sus cuerpos, convirtiéndose en dos enormes volcanes que seguirán así hasta el final del mundo.


    La leyenda añade, que cuando el guerrero Popocatépetl se acuerda de su amada, su corazón que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa humo. Por ello hasta hoy en día, el volcán Popocatépetl continúa arrojando fumarolas.

    En cuanto al cobarde tlaxcalteca que mintió a Iztaccíhuatl, presa del arrepentimiento por la tragedia que desencadenó, fue a morir muy cerca de su tierra. También se convirtió en montaña, el Pico de Orizaba, otro de los volcanes de la región, y desde muy lejos, vigila el sueño eterno de los amantes que ya nunca se podrán separar.

    Esta leyenda ha pasado de generación en generación desde la época del Imperio Azteca, cuyo florecimiento data del siglo XIV, y la importancia que se les daba era evidente ya que desde ese tiempo que les otorgó los nombres que actualmente poseen.

Pico de Orizaba o Citlaltépetl

Popocatépetl

sábado, 7 de junio de 2014

Situación Religiosa en México y Leyes de Reforma (escrito de Luis Cabrera 1915)

El problema de la iglesia en México no ha sido bien entendido en los Estados Unidos, por que las condiciones de la Iglesia Católica Mexicana difieren ampliamente de las de la Iglesia Católica en los Estados Unidos.
     En México, el 99 por ciento de la población profesa la fe católica romana y en consecuencia, la influencia del clero católico romana y en consecuencia, la influencia del clero católico en asuntos religiosos no tiene contrapeso de ninguna especie.
     En los Estados Unidos existen otras iglesias que sirven de contrapeso a la influencia de la iglesia católica. Por  otro lado, la Iglesia Católica en los Estados Unidos no posee ilimitada influencia sobre la sociedad, ni puede alcanzar incontrolable poder político; la educación misma de los americanos ha impedido a Roma ejercer tanta influencia como en otros países.
     Antes de la guerra de reforma (de 1856 a 1859), la Iglesia Católica era el poder temporal más fuerte que existía en México, y las leyes de Reforma promulgadas durante aquel periodo tendían todas ellas a desposeer a la Iglesia de su poder y efectuar la completa independencia de la Iglesia y Estado.
     Las Leyes de Reforma son una colección de reglas aprobadas antes de 1860, con el objeto de privar a la Iglesia Católica de su poder temporal; y esas reglas han permanecido efectivas, por que las condiciones que exigieron entonces su promulgación todavía prevalecen y todavía hacen necesario que las leyes permanezcan en vigor.
     La meta de la Revolución de Ayutla, desde 1856 hasta 1859, era privar a la iglesia de poder económico y de su influencia social; y tuvo que colocar a la iglesia en una condición aparentemente desventajosa e injusta, pero que en realidad era continúa siendo la única manera posible de reducir el clero católico a la impotencia.
     Las principales leyes promulgadas antes de 1860, para gobernar a la iglesia y despojarla del poder temporal de que había disfrutado, son las siguientes:
1. Separación de Iglesia y Estado.
2. Incapacidad de la Iglesia para poseer tierras en propiedad.
3. Abolición de los conventos.
Estas leyes, llamadas Leyes de Reforma, fueron establecidas en México después de la revolución que puede ser considerada la mas sangrienta que haya jamás presenciado México –una revolución que afectó al país más intensamente incluso que la revolución actual- el clero se defendió desesperadamente contra las leyes que le despojaban del poder, y al verse fracasado recurrió en 1860 a la intervención de poderes extranjeros (España, Francia e Inglaterra), los cuales intentaron intervenir con el pretexto de que el gobierno de Juárez cumpliera con sus obligaciones financieras.
La traición del partido clerical tuvo como efecto únicamente la intervención de Francia, pero las Leyes de Reforma promulgadas contra el clero eran de tal importancia y tan necesarias que el emperador Maximiliano mismo no se atrevió a deshacer lo hecho en tiempo de Juárez.
Las tropas francesas ya retiradas y restablecido el Gobierno Constitucionalista de México, las Leyes de Reforma no sólo fueron mantenidas, sino que en 1874 fueron incorporadas a la Constitución Política.
Actualmente, hay preceptos contenidos en la Constitución mexicana que corresponden a esas Leyes de Reforma, y conforme a esa Constitución, todas las leyes y todas las autoridades del país deben esforzarse en lograr su cumplimiento.
Resulta necesario en este momento distinguir entre los objetivos reales del Gobierno Constitucionalista respecto al problema religioso y a la parte de los actuales acontecimientos que son meramente una deplorable consecuencia de la actitud asumida por el clero católico desde 1910 contra el movimiento revolucionario.
La meta del Gobierno Constitucionalista, en lo referente a la Iglesia Católica Mexicana, es obligar ala estricta observancia de las leyes conocidas como Leyes de Reforma, las cuales hasta el momento actual han sido desatendidas. El Gobierno Constitucionalista exige el cumplimiento de esas leyes, por que éstas forman parte integrante de la Constitución Mexicana. Esas leyes deben mantenerse por que las causas que demandaron su promulgación están todavía vigentes en el país.
Un breve análisis de las principales Leyes de Reforma aclarará todavía más el asunto.

Separación de iglesia y estado


                Según la Constitución Mexicana debe haber absoluta separación entre la Iglesia y el Estado. Lo cual significa que la iglesia tiene que carecer de todo poder temporal y que en cuanto institución organizada, no debe participar en los asuntos políticos del país.
     Nunca se ha pretendido negar a los católicos mexicanos ni la práctica de su religión ni su derecho a tomar parte en los asuntos políticos de México. Los constitucionalistas somos católicos; los villistas son católicos; los zapatistas son católicos. Un 99% de la población mexicana es católica y. en consecuencia, el Partido Constitucionalista no podría en la batalla actual intentar negar a los católicos, que forman la totalidad del pueblo mexicano, el derecho a profesar su religión, o su derecho a tomar parte en cuestiones políticas.
     El clero católico y la iglesia en general se abstuvieron por mucho tiempo de interferir en los problemas políticos de México. En los tiempos del general Díaz, el clero católico no hizo intentos de organizarse en campañas políticas, sino que pareció mantenerse en estricta obediencia a la ley, creyendo quizá que podría beneficiarse de otros procedimientos indirectos para ejercer su influencia en los asuntos políticos del país.
     Al retirarse el general Díaz del Gobierno y subir Francisco de la Barra a la Presidencia, el clero católico de México creyó llegado el momento de organizarse para la lucha política, y al efecto se organizo un grupo político bajo el patrocinio del clero católico, compuesto principalmente por grandes terratenientes. Ese grupo tomo el nombre de Partido Católico, con la deliberada intención de aprovecharse de los sentimientos religiosos de la población para inducirla a votar conforme a sus directrices. El clero católico comenzó a hacer propaganda en favor del Partido Católico comenzó a hacer propaganda en favor del Partido Católico, primero en forma discreta, apuntando los cañones en la presión moral contra las masas ignorantes, que no podían discernir claramente dónde terminaban sus derechos como ciudadanos.
     El Partido Católico es, en suma, la organización política de la iglesia católica de México. Este solo hecho constituye un peligro para las instituciones democráticas, y era naturalmente obligado que fuese visto con desagrado por parte del Partido Antirreeleccionista, primero, y más tarde por el Partido Constitucionalista.
     En la época presidencial de, De la Barra, el Partido Católico intento robar a la Revolución los frutos de su triunfo, designado a De la Barra para la Presidencia de la República. El considerable prestigio de que gozaba Madero en aquel tiempo frustró semejante intento del Partido Católico, que tuvo que limitar sus pretensiones a la Vicepresidencia de la República, resignándose a tener como presidente a Madero, un hombre nacido de la Revolución; y como Vicepresidente a De la Barra, hombre perfectamente bien conocido como producto del antiguo régimen y principal líder del Partido Católico.
     En las elecciones de octubre, 1911, la fórmula del Partido Progresista Constitucionalista triunfó sobre la fórmula Madero-De la Barra, que era la del Partido Católico, de los principales enemigos del Gobierno; pero desde ese momento pasó a ser la fórmula de los enemigos del gobierno de Francisco I. Madero.
     En las elecciones para diputados y senadores de 1912, el Partido Católico tuvo buen éxito al obtener considerable número de diputados, casi el 30 por ciento de la Cámara de Diputados; en cambio el Senado, formado casi exclusivamente por elementos porfiristas, sólo fue renovado en su mitad y apenas obtuvo ocho o diez senadores entre los seguidores del nuevo régimen.
     El clero católico de México, directamente o mediante la intervención del Partido Católico, fue uno de los factores principales en la caída de Madero, y aunque Huerta no era quizá el candidato designado para remplazarle, el hecho es que el jefe clerical, De la Barra, formó parte del Gabinete que determinó el asesinato de Madero y Pino Suárez.
     Después, el Partido obtuvo puestos importantes para sus principales líderes en el gobierno de Huerta, y finalmente apoyó la candidatura de Federico Gamboa.
     Es ocioso entrar en detalles respecto al decidido apoyo prestado socialmente por el clero y al apoyo político dado por el Partido Católico a Huerta, tanto con sus hombres como con su dinero. Pero el apoyo principal dado por el clero católico del gobierno de Huerta consistió en los esfuerzos hechos por sus principales dignatarios y otros miembros del alto clero para crear una opinión, si no favorable a Huerta, al menos muy desfavorable para los constitucionalistas.
     Tal propósito fue realizado no a través de los medios individuales que todo ciudadano está en libertad de poder a la disposición de un partido político, sino aprovechándose de la influencia religiosa ejercida por el clero católico sobre los fieles, desde el púlpito y en el confesionario.
     Durante la guerra contra Huerta, una de las cosas que más sorprendieron a los constitucionalistas fue la opinión extremadamente hostil e injusta que encontraron en cada uno de los pueblos que iban ocupando. La cosa correspondía al orden de la paradoja.
     La mas fuerte resistencia armada que encontraron los del Partido Constitucionalista en las ciudades, en forma de defensa social, no era una oposición provocada por la simpatía que los residentes de las ciudades puedan haber experimentado en favor de Huerta, sino la originada en la antipatía que habían creado contra las fuerzas constitucionalistas, a las que el clero católico había representado en toda ocasión como bandidos deseosos de apoderarse de las poblaciones únicamente con propósitos de pillaje, robo, violación de mujeres y asesinato. Esta opinión tenía su fuente en los sermones, en los confesionarios y en una extensa correspondencia, de todo lo cual existen pruebas indiscutibles.
     La labor desarrollada por el clero para crear una opinión hostil contra las tropas constitucionalistas explica, si acaso no justifica, muchos actos de agresión, e incluso atentados de los soldados constitucionalistas contra miembros del clero católico.
     A partir del triunfo de la Revolución, no ha habido por parte del Gobierno Constitucionalista otra meta con respecto al clero que la de mantenerlo dentro de los limites de sus facultades y su misión espiritual, haciendo así efectiva la separación de la iglesia y Estado, e impidiendo al clero tener participación alguna, como institución religiosa, en nuestros asuntos políticos. Sin embargo, por lo mismo que se desarrolló una lucha, resulta natural que los grupos militares experimentaran intenso disgusto, especialmente al trabajar bajo los efectos de la propaganda clerical contra la Revolución, y que, pese a limitarse a coartar al clero dentro de los debidos términos, pudieran propasarse, en algunas ocasiones, hasta religiosa. La restricción en los servicios religiosos en algunas partes y la destrucción de confesionarios son ejemplos de eso.
     La destrucción de confesionarios ha sido la manifestación más ostensible de la mala voluntad con que las tropas revolucionarias han visto el uso que el clero católico había hecho del sacramento de la confesión como arma de contienda política.
     Si el clero católico se hubiese mantenido dentro de sus atribuciones religiosas, sin interferir en la contienda, y, lo que es mas grave, si no hubiera actuado aprovechándose de las ventajas derivadas de su posición de directores intelectuales de las masas, no hubieran ocurrido los contraataques por parte de las tropas revolucionarias.
     No es necesario repetir que el Gobierno Constitucionalista con tal jamás ha pretendido interferir en asuntos religiosos, o restringir de manera alguna la libertad religiosa de los mexicanos. El Gobierno Constitucionalista no se propone establecer leyes perjudiciales para la religión, ni se propone restringir en modo alguno las prácticas religiosas.
     El proceso del comportamiento seguido para el Gobierno Constitucionalista justifica tales aseveraciones, ya que, debido a la influencia del Primer Jefe de la Revolución, Venustiano Carranza, los actos militares que eran considerados como restrictivos de la libertad religiosa han venido disimulando en número y gravedad.

Propiedades de la iglesia.


     La Constitución Mexicana y las Leyes de Reforma determinan que ni la iglesia católica ni ninguna otra corporación religiosa, al margen de su carácter, denominación, duración y finalidad, puedan poseer propiedades.
     La razón de tal medida es que el clero católico constituía, hasta 1856 se hizo un intento de invalidar las propiedades del clero, es decir, de destruir las propiedades de “manos muertas”, forzando al clero a renunciar a sus propiedades. Esta era la tendencia de las leyes de anulación.
     El clero se apuso enérgicamente a esa ley, pensando que su poder económico quedaba considerablemente reducido, y con este motivo comenzó la llamada Guerra de la Reforma o Guerra de los Tres Años.
     Las leyes de 1856 no expropiaron al clero, pero en vista de las actitudes posteriores de completa rebeldía, Benito Juárez promulgo en Veracruz (1859) la ley denominada “Nacionalización de los Bienes de la Iglesia”, mediante la cual quedaban expropiadas las propiedades del clero católico, que había resistido y luchando por tres años contra la anulación de tales propiedades.
     En virtud de esa ley, los títulos de propiedad quedaban en propiedad nacional, los títulos de propiedad quedaban en manos del Estado, pero quedando el usufructo de los mismo reservados a la iglesia católica. En cuanto a las tierras de propiedad y los bienes raíces, volvían a ser de la nación y se adjudicaban a los particulares.
     El punto vital de las Leyes de Reforma respecto al clero católico reside en la declaración de incapacidad civil de las corporaciones religiosas para tener propiedades- una medida que, si bien puede parecer extremosa, era absolutamente necesaria en 1859 a fin de privar al clero de su poder temporal. La medida continua siendo todavía absolutamente indispensable, por que si las corporaciones religiosas estuvieran ahora en condiciones de adquirir bienes en propiedad, se crearía de inmediato una considerable situación de “manos muertas”, con lo que volvería a darse un gran aumento de poder para la iglesia católica, que tapujaría así su poder temporal, algo que en opinión de todos los países no debe ser tolerado. Además, cabe decir que la razón por la que la iglesia católica de México ha participado, como iglesia, en la lucha política, y procura tapujar su influencia y su poder temporal, es la siguiente: por bastantes años ha estado evadiendo con éxito la ley en lo relativo a la posesión de propiedades.
     Según la ley mexicana, la iglesia católica esta incapacitada para adquirir propiedades, lo cual implica no solo propiedad de tierras sino también el capital invertido en bienes raíces.
     La ley mexicana prohíbe los fideicomisos que pueden hacer que la propiedad este en manos de un particular cuando realmente pertenece a la iglesia, o se usa exclusivamente en provecho de la iglesia.
     Los fideicomisos que pasan de obispo a obispo no están permitidos en México, y los bienes de propiedad de los miembros del clero están considerados como su propiedad personal, para ser transmitida libremente a los herederos voluntarios o legales del propietario.
     Los bienes de un obispo en México, cuando no fueron adquiridos por transacción o donación, tienes que pasar a su heredero legal.
     Durante mucho tiempo los obispos mexicanos, los párrocos y hasta algunos laicos habían poseído tierras en apariencia en calidad de propiedad personal, pero sus beneficios estaban destinados a ser transferidos a la iglesia. Tales posesiones constituían en realidad una propiedad de “manos muertas”, ya que sus propietarios, antes de morir, tenían que donarlas a las personas previamente designadas por la iglesia, contra la ley, ha ido adquiriendo una gran cantidad de propiedades bajo la apariencia de propiedad privada.
     Son embargo, las propiedades tenidas como personales no siempre fueron, en la práctica, adquiridas tan fácilmente por los nuevos fideicomisos designados por la iglesia, y la experiencia demostró que de vez en cuando se perdieron para la iglesia las propiedades, reclamadas por los herederos legales del aparente propietario.
     Tales perdidas acentuaron la conveniencia de encontrar otros medios de salvaguardar la propiedad de la iglesia, son violar ostensiblemente las Leyes de Reforma. En algunos lugares se había organizado compañías anónimas sin ninguna finalidad mercantil específica, con el solo propósito de administrar las posesiones que pudieran confiarse a esas sociedades. El capital de las sociedades se formaba con las contribuciones de los miembros del clero o de los particulares; las acciones de la sociedad y, en consecuencia, su administración corría a cargo de los obispos. Ejemplos notables de esto pueden encontrarse en las diócesis de Durando, Puebla y algunas otras partes del país.
     Brevemente, puede afirmarse que la iglesia católica, transgrediendo la ley que le prohíbe adquirir bienes de propiedad, ha encontrado medios en apariencia necesarios, justos y legales para tenerlos, y eso ha servido para disimular poco a poco su influencia política.
     La confiscación de propiedades ilegalmente poseídas por la iglesia católica de México es una confiscación necesaria, justa y legal, y en este sentido, todas las confiscaciones de propiedades pertenecientes a la iglesia son legítimas, razón por la cual el Gobierno Constitucionalista está en el derecho de proseguir la misma política, no solo confiscando las propiedades que están claramente en manos del clero, sino también investigando las propiedades que aparentemente perteneces a particulares pero que, siguen siendo la historia de sus antiguos propietarios y la forma de su administración, pueden señalarse claramente como propiedades de la iglesia.
     Respecto a los templos, al aprobarse las Leyes de Reforma, es el Estado quien retiene su propiedad, aunque se reserve el uso a la iglesia católica. De hecho, la iglesia católica ha utilizado por muchos años los templos sin restricción de ninguna clase.
     La limitación del número de templos que sean necesarios en cada lugar para los servicios religiosos tendrá que dejarse al arbitrio de la iglesia, pero como el clero católico de México ejerce absoluto control en asuntos religiosos, sin intervención de ninguna especie por parte de la comunidad, o sea de los feligreses, en la administración de los bienes o en el manejo de los intereses temporales de las parroquias, o incluso en la organización de los servicios religiosos, no hay nada que sirva de base para determinar el número de templos requeridos por tal parroquia o tal ciudad.
     En consecuencia, es únicamente con el Estado con quien la iglesia puede llegar a un entendimiento respecto al número de templos que deben reservarse para el servicio, y el Gobierno, como administrador de la propiedad nacional, tiene indiscutible derecho a disponer de los templos cuando se requieran para usos que, en su opinión, son más importantes que el servicio religioso y, sobre todo, cuando a causa de la abundancia de templos en una socia ciudad se considera de la abundancia de templos en una sola ciudad se considera que el número de los utilizados para servicios religiosos resulta excesivo.
     Hasta el presente, el Gobierno no ha hecho uso de ese derecho.
     Inmediatamente después de aprobarse las Leyes de Reforma y principalmente 1867, el gobierno de Juárez se apoderó de muchos templos en existencia con el fin de utilizarlos para usos públicos; por eso pueden verse en las principales ciudades, bibliotecas, universidades, hospitales y muchas otras instituciones benéficas ocupando edificios que  originalmente fueron muchísimos templos, y el Gobierno no ha tratado hasta el momento de hacer uso de su derecho a tomar algunos en propiedad, si ha habido ocasión alguna de discutir sobre el número de templos necesarios para los servicios religiosos.
     La verdad de este asunto es que en algunas ciudades de México el número de templos abiertos al culto público es muy excesivo, en proporción a las necesidades religiosas. Una población de diez mil habitantes tiene bastante con uno o dos templos abiertos al culto; sin embargo, hay poblaciones, como la ciudad de Cholula, donde el numero de iglesias es tan grande proporción a los habitantes, que se ha encontrado una fuente autentica curiosidad turística en el inmenso numero de templos, todos los cuales estaban abiertos al culto, todos dando ocupación a sacerdotes y, consecuentemente, motivando una fuerte contribución por parte de la feligresía.
     Puebla es una ciudad de cien mil habitantes, y es curioso señalar que hasta la época de su ocupación por el Ejercito Constitucionalista, había allí casi 200 templos abiertos al público.
     Mérida es una ciudad de sesenta mil habitantes, y le basta con 12 templos, o sea uno por cada cinco mil almas.
     La ciudad de Veracruz tiene una población normal de cincuenta mil habitantes, y tres iglesias resultan siempre suficientes para los servicios religiosos.
     Hasta el momento, el número de templos destinados al servicio público en cada lugar ha sido ilimitado. El gobierno, no obstante su indiscutible derecho a disponer de los edificios y a determinar cuales deben reservarse a los servicios religiosos y cuales pueden destinarse a otros propósitos, no ha limitado el número de templos controlados por la iglesia católica.
     Sin embargo, últimamente la actividad asumida por el clero contra la Revolución Constitucionalista motivo el cierre de algunos templos para el servicio religioso por obra de cierto número de jefes militares y gobernadores de estado, en el momento de capturar algunas poblaciones.
     Esto pudiera interpretarse como un acto de hostilidad, o una especie de represalia contra el clero católico, pero en realidad, incluso suponiendo que tal fuera el caso, el cierre de algunos templos, en numero muy pequeño en comparación al total de templos existentes dentro de esa misma población, no constituye un acto ilegal, ni es censurable excepto teniendo en cuenta las circunstancias en que ha ocurrido, lo que, por otra parte, fue provocado por la actitud de los mismo clérigos.
     En sustancia: en cuanto a valores y bienes muebles, la iglesia católica tiene plena capacidad para adquirir bienes muebles, la iglesia católica tiene plena capacidad para adquirir y manejar propiedades. Pero respecto a la Constitución Mexicana prohíbe a la iglesia católica poseer bienes raíces o capital invertido en ellos; y el único derecho otorgado a la iglesia por las leyes es conservar los templos inmediata o directamente dedicados a servicio religioso.
     Respecto a los templos abiertos para el culto, que son propiedad del estado, su número es considerablemente mayor que el requerido para satisfacer la demanda, y el Gobierno no esta ocasionando ningún perjuicio, sino ejerciendo simplemente un derecho, cuando se apropia de aquellos templos cuya retención por parte de la iglesia no es necesaria.

Conventos

     Las Leyes de Reforma establecieron la abolición de todos los conventos y de todas las asociaciones religiosas de vida monástica. En virtud de tales leyes, fueron abolidas las órdenes monásticas existentes en México, no solo las de índole meramente contemplativa sino también las de carácter educacional y caritativo.
     En 1874 se quería abolir incluso las instituciones caritativas conocidas como “hermanas de la caridad”, y las demás ordenes regulares, especialmente la de los jesuitas, fueron expulsados.
     La abolición de las órdenes monásticas en México fue una medida tomada claramente en defensa de la libertad humana, amenazada por aquellas.
     Esto tenia especialmente que ver con las mujeres, cuya educación era aun muy deficiente, por lo que no estaban en condiciones de defender su libertad cuando la tremenda presión moral de los padres y parientes recaía sobre ellas para obligarlas a ingresar en un convento.
     La mujer mexicana, particularmente la que poseía riquezas en su derecho personal, estaba siempre expuesta al peligro de ver restringida su libertad al ingresar un convento, donde resultaba imposible demostrar que su permanencia allí no era absolutamente voluntaria.
     La mujer mexicana no tiene, como la mujer americana, una educación que la capacite personalmente para cuidarse de su propia libertad, y antes de promulgarse las Leyes de Reforma, la experiencia hizo ver que la existencia de conventos representaba una constante amenaza para la libertad femenina.
     Incluso después de la promulgación de esas leyes, las herederas ricas han sido siempre objeto de sugestiones induciéndolas a los votos religiosos en un país extranjero.
     Las Leyes de Reforma abolían completamente las órdenes monásticas, y dentro de los principios por ellas establecidos, todas las congregaciones religiosas de carácter monástico debían ser disueltas.
     En tiempos del general Díaz sin embargo, se inicio una política de tolerancia en favor de las órdenes religiosas, primero respecto a las instituciones caritativas; luego respecto a las ordenes dedicadas a la educación; finalmente hubo arreglos para adoptar la misma actitud tolerante hacia las ordenes contemplativas, las cuales, aunque ilegales en su propia existencia, no fueron de hecho perseguidas por las autoridades judiciales.
     Las condiciones que han prevalecido en Italia después de 1870; las que han prevalecido por mucho tiempo en España, desde que el notable exceso de ordenes monásticas hizo necesaria la positiva deportación de personas ceñidas por los votos monásticos; y las condiciones creadas recientemente en Francia respecto a las ordenes monásticas, especialmente las de carácter educacional, desde 1906: todo esto ha determinado que un gran numero de monjas y monjes se hayan refugiado en México y se hayan asentado aquí con su carácter de ordenes monásticas.
     La existencia de tales órdenes fue tolerada en tiempos del general Díaz. Muchas de ellas constituían una franca violación de la ley; otras, principalmente las ordenes francesas de educación, trataron de adaptarse a las leyes de Instrucción Pública y adquirieron muchas libertades de acción en su trabajo.
     A la caída del general Huerta y la inauguración del Gobierno Constitucionalista, fueron abolidas algunas órdenes monásticas en las ciudades principales de la República, y como sus miembros eran mayormente extranjeros, la mayoría se expatrio voluntariamente.
     No es cierto que las monjas fueran victimas de tantas ofensas como se han atribuido a los miembros del Ejercito Constitucionalista. Lo único que ocurrió fue la dispersión de algunos grupos religiosos, cuyos miembros se han retirado a países extranjeros.

Resumen

     El problema religioso en México, puede quedar sintetizado como sigue:
I.      Los objetivos del Gobierno Constitucionalista respecto a la iglesia católica no son tales como podrían inferirse de hechos aislados que, como una consecuencia de la guerra y sobre todo de la intervención del clero en nuestras contiendas políticas, ha tenido la iglesia católica que sufrir en determinadas ocasiones.
II.    Las condiciones de la iglesia católica en México son totalmente diferentes a las condiciones de la misma iglesia en los Estados Unidos.
III.  Las Leyes de Reforma establecen una situación determinada para la iglesia católica en México, que es totalmente diferente a la situación que ella tiene según las leyes de los Estados Unidos.
IV.    Las mencionadas Leyes de Reforma corresponden a una situación que es peculiar de América Latina, y las leyes en cuestión son absolutamente indispensables para privar a la iglesia católica del poder temporal que tenia antes de la Guerra de Reforma.
V.      Esas leyes deben subsistir en la actualidad, por que las condiciones sociales que las hicieron necesarias están todavía vigentes.
VI.    Durante los últimos años la acción de la iglesia católica en México fue totalmente ilegal, transgrediendo las regulaciones de la Constitución Mexicana y las Leyes de Reforma.
VII.  La intervención del clero en asuntos políticos, la posesión de bienes inmuebles por parte del clero y la existencia de conventos son hechos enteramente ilegales y violativos de la Constitución.
Brevemente, cuales quiera sean los abusos o excesos que puedan haberse cometido, sin el conocimiento y sin el consentimiento del Gobierno, están lejos de tener la importancia que se les ha atribuido,  y no son mas que una consecuencia de las condiciones en que la misma iglesia católica se situó al tomas parte activa en la lucha contra la Revolución Constitucionalista.
El Gobierno Constitucionalista ha tratado y continúa tratado de reducir a un minimo las posibles represalias contra la iglesia. El Gobierno constitucionalista pretende, al mismo tiempo, mantener la absoluta separación de la iglesia y el Estado. No debe sorprender el hecho de que refuerce todas las medidas que tiendan a privar al clero católico del poder temporal que esta intentando recobrar; y que promulgue, en caso necesario, la incapacidad de las corporaciones religiosas para organizar grupos políticos; y que proceda a confiscar aquellas propiedades que estén ilegalmente en manos de la iglesia o las que, pese a pertenecer a particulares, se Pruebe que su usufructo pueda reservarse a la iglesia.


El Gobierno Constitucionalista se propone, finalmente, hacer efectiva la abolición de las ordenes monásticas existentes en México, sobre todo las de carácter meramente contemplativo.
en suma, el Gobierno Constitucionalista se proone otorgar plenas garantías en asuntos religiosos a la practica de cualquier culto, pero insistiendo en la estricta observancia de las Leyes de Reforma y de la Constitución Mexicana.

Fuente: Luis Cabrera pensamiento y acción, UNAM 2002

Luis Vicente Cabrera Lobato

     


     También conocido simplemente como Luis Cabrera, nació en Zacatlán Puebla, en el año de 1876, hijo de un panadero, el niño zacatleco ira creciendo, formándose y madurando en paradójico paralelismo con el proceso de surgimiento, estabilización y consolidación de la que terminaría por ser una gerontocratica dictadura.
     Sus primeros años lo ponen en contacto directo con la tierra y los campesinos, así como con la lengua náhuatl, que aprende en la cotidianidad familiar mientras ayuda a su padre en el reparto diario del pan.
     Asistió a la modestísima escuela rural del maestro José Dolores Pérez quien, junto con su tio Daniel Cabrera, seria figura determinante en la educación del joven.
     Con apenas trece años, es enviado a la Ciudad de Mexicano para ingresar en la Escuela Nacional Preparatoria que para esas fechas, abrevando en el positivismo delineado por Gabino Barreda, daba un carácter especial a la educación superior de ese entonces. Por diferentes causas, Cabrera interrumpe sus estudios. Poco después se inicia como maestro en Tecomaluca, Tlaxcala, y luego de un año, en 1886, tras mucho divagar entre la ingeniería y la medicina, opta finalmente por la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
     En el ocaso del siglo ve surgir la inquietud literaria del aspirante a abogado. Empieza como cronista taurino y de teatro, firmando con el seudónimo de Zip en El Noticioso. Poco después, en 1898, aparecen en Crisantema sus primeras dos poesías: “Ausencia” y “Zacatlán”, temas acordes con el romanticismo de la época.
     En 1901 Cabrera comienza a dedicarse a su profesión, se inicia en el ejercicio de la dialéctica. A los treinta años se convertiría en el mas solido y consistente critico de la ya indefendible dictadura, mostraba en sus textos la innegable influencia del liberalismo decimonónico.
     A lo largo de su carrera escribió innumerables “cartas abiertas” y artículos, en los que explicaba la situación que vivió México, sobre todo en la época porfirista y en la gubernatura de Venustiano Carranza

domingo, 1 de junio de 2014

plan de San Luis

El 5 de octubre de 1910, Francisco I. Madero proclamo el plan de San Luis, para protestar en contra de los resultados de las elecciones de la nación, en las que el general Porfirio Díaz se reeligió en la presidencia de la República. Dicho plan fue una de las primeras semillas que hicieron surgir la revolución como se conoce actualmente.

Plan de San Luis Potosí.


I.      Se declaran nulas las elecciones para Presidente y Vicepresidente de la República, magistrados a la Suprema Corte de la Nación y diputados y senadores, celebrados en julio de corriente año.
II.    se desconoce al actual gobierno del general Díaz, así como a todas las autoridades cuyo poder debe dimanar del voto popular, porque además de no haber sido electas por el pueblo, han perdido los pocos títulos que podían tener de legalidad, cometiendo y apoyando, con los elementos que el pueblo puso a su disposición para la defensa de sus intereses, el fraude electoral mas escandaloso que registra la historia de México.
III.  Para evitar hasta donde sea posible los trastornos inherentes a todo movimiento revolucionario, se declaran vigentes a reserva de reformar oportunamente por los medios constitucionales, aquellas que requieran reformas, todas las leyes promulgadas por la actual administración y sus reglamentos respectivos, a excepción de aquellas que manifiestamente se hallen en pugna con los principios proclamados en este plan. Igualmente se exceptuar las leyes, fallos de tribunales y decretos que han sancionado las cuentas y manejos de todos los funcionarios de la administración porfirista en todos los ramos; pues tan pronto como la revolución triunfe, se iniciara la formación de comisiones de investigación para dictaminar acerca de las responsabilidades en que se hayan podido incurrir los funcionarios de la federación, de los Estados y de los Municipios.
en todo caso serán respetados los compromisos construidos por la administración porfirista con gobiernos y corporaciones extranjeras antes del 20 entrante.
abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indigentes, han sido despojados de sus terrenos, por acuerdo de la Secretaria de Fomento, o por fallos de los tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de que se les despojo de un modo tan arbitrario, se declaran sujetos a revisión tales disposiciones y fallos, y se les exigirá a los que las adquirieron de un modo tan inmoral o a sus herederos, que las restituyeran a sus primitivos propietarios, a quienes pagaran también una indemnización por los perjuicios sufridos. Solo en caso de que esos terrenos hayan pasado a terceras personas antes de la promulgación de este plan, los antiguos propietarios recibirán indemnización de aquellos en cuyo beneficio se verifico el despojo.
IV.    además de la Constitución y leyes vigentes, se declara la ley suprema de la República el principio de NO REELECCION del Presidente y Vicepresidente de la República, gobernadores de los Estados y presidentes municipales, mientras se hagan las reformas constitucionales respectivas.
V.      Asumo carácter de Presidente provisional de los Estados Unidos Mexicanos, con las facultades para hacer la guerra al gobierno usurpador del general Díaz.
tan pronto como la capital de la República y mas de la mitad de los Estados de la federación estén en poder de las fuerzas del pueblo, el Presidente provisional convocara a elecciones generales extraordinarias para un mes después y entregara el poder al Presidente que le resulte electo, tan pronto como sea conocido el resultado de la elección.
VI.    El presidente provisional, antes de entregar el poder, dará cuenta al Congreso de la Unión del uso que haya hecho de las facultades que le confiere el presente plan.
VII.  El día 20 del mes de noviembre, de las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos de la República tomaran las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan. Los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación lo harán desde la víspera.
VIII.    Cuando las autoridades presenten resistencia armada, se les obligara por la fuerza de las armas a respetar la voluntad popular, pero en este caso, las leyes de la guerra serán rigurosamente observadas, llamándose especialmente la atención sobre las prohibiciones a no usar balas explosivas, ni fusilar a los prisioneros. También se llama la atención respecto al deber de todo mexicano de respetar a los extranjeros en sus personas e intereses.
IX.    Las autoridades que opongan resistencia a la realización de este plan, serán reducidas a prisión para que se le juzgue por los tribunales de la República cuando la revolución haya terminado. Tan pronto cada ciudad o pueblo recobre su libertad se reconocerá como autoridad legitima provisional, al principal jefe de las armas, con facultad de delegar sus funciones en algún otro ciudadano caracterizado, quien será confirmado en su cargo o removido por el gobernador provisional.
una de las primeras medidas del gobierno provisional será poner en libertad a todos los presos políticos.
X.      El nombramiento del gobernador provisional de cada Estado que haya sido ocupado por las fuerzas de la revolución, será hecho por el Presidente provisional. Este gobernador tendrá la estricta obligación de convocar a elecciones para gobernador constitucional del Estado, tan pronto como sea posible, a juicio del Presidente provisional. Se exceptúa de esta regla los estados que de dos años a esta parte han sostenido campañas democráticas para cambiar de gobierno, pues en estos se consideran como gobernador provisional al que fue candidato del pueblo, siempre que se adhiera activamente a este plan.
en caso de que el Presidente provisional no haya hecho el nombramiento del gobernador, que este nombramiento no haya llegado a su destino o bien que el agraciado no acepte por cualquier circunstancia, entonces el gobernador será designado por votación entre todos los jefes de las armas que operen en el territorio del Estado respectivo, a reserva de que su nombramiento sea ratificado por el Presidente provisional, tan pronto como sea posible.
XI.    Las nuevas autoridades dispondrán de todos los fondos que se encuentren en todas las oficinas públicas, para los gastos ordinarios de la administración y, para los gastos de la guerra, llevando las cuentas con toda escrupulosidad. En caso de que estos fondos no sean suficientes para los gastos de la guerra, llevando las cuentas con toda escrupulosidad. En caso de que estos fondos no sean suficientes para los gastos de la fuera contraerán empréstitos, voluntarios o forzosos. Estos últimos con ciudadanos o instituciones nacionales. De estos empréstitos se llevara a una cuenta escrupulosa y se otorgaran recibos en debida forma a los interesados, a fin de que al triunfarla revolución, se les restituya lo prestado.
TRANSITORIO.
A- Los jefes de las fuerzas revolucionarias, tomaran el grado que corresponda al numero de las fuerzas voluntarias y militares unidas, tendrá el mando de ellas el jefe de mayor graduación, pero en el caso de que ambos jefes tengan el mismo grado, el mando será del jefe militar.
los jefes de civiles disfrutaran de dicho grado mientras dure la guerra y una vez terminada, esos nombramientos, a solicitud de los intereses, se revisaran por la Secretaria de Guerra, que los ratificara en su grado o los rechazara, según sus méritos.
B- Todos los jefes, tanto civiles como militares, deberán guardar a sus tropas la mas estricta disciplina, pues ellos serán responsables ante el gobierno provisional, de los desmanes que cometan las fuerzas a su mando, salvo que justifiquen no haberles sido posible contener a sus soldados y haber impuesto a los culpables el castigo merecido.
las penas más severas serán aplicadas a los soldados que saqueen alguna población o que maten a prisioneros indefensos.
C- Si las fuerzas y autoridades que sostienen al general Díaz fusilan a los prisioneros de guerra, no por eso y como represalia se hará lo mismo con los de ellos que caigan en poder nuestro pero en cambio serán fusilados dentro de las veinticuatro horas y después de un juicio sumario, las autoridades civiles o militares al servicio del general Díaz, que una vez estallada la revolución hayan ordenado, dispuesto en cualquier forma, transmitido la orden o fusilado a alguno de nuestros soldados.
De esta pena no se eximirán ni los mas altos funcionarios; la única excepción será el general Díaz y sus ministros, a quienes en caso de orden dichos fusilamientos o permitirlos, se les aplicara la misma pena, pero después de haberlos juzgado por los tribunales de la República, cuando ya haya terminado la revolución.
en el caso en que el general Díaz disponga que sean respetadas las leyes de la guerra y que se trate con humanidad a los prisioneros que caigan en sus manos, tendrá la vida salva, pero de todos modos deberá responder ante los tribunales de como ha manejado los caudales de la nación y de como ha cumplido con la ley.
D- Como es requisito indispensable en las leyes de la guerra, de las tropas beligerantes lleven algún uniforme o distintivo y como seria difícil uniformar en la contienda, se adoptara como distintivo de todas las fuerzas liberadoras, ya sean voluntarias o militares, un listón tricolor en el tocado o en el brazo.
Conciudadanos: si os convoco para que toméis las armas y derroquéis al gobierno del general Díaz, no es solamente por el atentado que comercio durante las ultimas elecciones, sino para salvar a la patria de porvenir sombrío que le espera continuando bajo su dictadura y bajo el gobierno de la nefasta oligarquía científica, que sin escrúpulo, y a gran prisa, están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales, y si permitimos que continúen en el poder, en un plazo muy breve habrán contemplando su obran llevado al pueblo a la ignominia y lo habrán envilecido; le habrán chupado todas sus riquezas y dejándolo en la mas absoluta miseria, habrán causado la bancarrota de nuestras finanzas y la deshonra de nuestra patria, defender sus fronteras, su honor y sus instituciones.
por lo que a mi respecta, tengo la conciencia tranquila y nadie podrá acusarme de promover la revolución por miras personales, pues esta en la conciencia que hice todo lo posible para llegar a un arreglo pacifico y estuve dispuesto hasta a renunciar a mi candidatura, siempre que el general Díaz hubiese permitido a la nación designara aunque fuese al Vicepresidente de la República, pero dominado por incomprensible orgullo y por inaudita soberbia, desoyó la voz de la patria y prefiero precipitarla en una revolución antes de ceder un ápice, antes de devolver al pueblo un aromo de sus derechos, antes de cumplir, aunque fuese las postrimerías de su vida, parte de las promesas que hizo en la Noria Tuxtepec.
el mismo justifico la presente revolución cuando dijo: “que ningún ciudadano se importa y perpetúe en el efecto del poder y esta será la ultima revolución”
si en el animo del general Díaz hubiesen pesado mas los intereses de la patria que los sórdidos intereses de el y de sus consejeros, hubiera evitado esta revolución haciendo algunas concesiones al pueblo, pero ya que no lo hizo… ¡tanto mejor!, el cambio será mas rápido y mas radical, pues el pueblo mexicano, en vez de lamentarse como un cobarde, aceptara como un valiente el reto, y ya que el general Díaz pretende apoyarse en la fuerza para imponerle un yugo ignominioso, el pueblo recurrirá a esa misma fuerza, para sacudir este yugo, para arrojar a ese hombre funesto, del poder, y para reconquistar su libertad.

San Luis Potosí, octubre 5 de 1910

Carta abierta de Francisco I. Madero al Presidente de la República Porfirio Díaz

Penitenciaria del Estado, Monterrey, N.L.
     Señor general Porfirio Díaz
     15 de junio de 1910, México, D.F.
     Muy señor mío:
     En su carta del 27 de abril próximo pasado, me decía usted: “en la ley encontraran tanto las autoridades como los ciudadanos, el camino seguro para ejercitar sus derechos; y que la Constitución no lo autorizaba a usted para ingerirse en los asuntos que pertenecen a la soberanía de las entidades federativas”.
     A pesar de ello, la ley, aunque observada por mis partidarios, ha sido frecuentemente violada por los de usted que ocupan puestos públicos, y aunque se desprendía de su carta que la federación no podía intervenir en los Estados para que se respetaran las garantías individuales, en cambio si ha intervenido para apoyar los atropellos cometidos por las autoridades locales, como paso aquí en Monterrey, en donde, para disolver una pacifica y ordenada manifestación en mi honor, prestaron ayuda las fuerzas federales del régimen de rurales.
     Esta intervención directa de las fuerzas federales, no ha venido sino a confirmar lo que dije a usted en mi anterior, y es que, según la opinión publica, usted es el principal responsable de los actos de sus partidarios en toda la República, a pesar de la soberanía de los Estados, que solo existe de nombre.
     Eso esta en la conciencia de todos, y usted mismo lo dio a entender en s entrevista con Creelman, así es que no puede negarse; pero aunque no fuera así, el hecho innegable es que en toda la República, los partidarios de usted, que ocupan puestos públicos, están cometiendo toda clase de atentados contra mis partidarios y hasta contra mi mismo, acusándome de injurias a usted, basándose para ello en el testimonio del señor licenciado Juan R. Orci, que confecciono un discurso a su gusto y me lo atribuyo como pronunciado en San Luis Potosí. ¡Así es que una calumnia de uno de sus partidarios y la complacencia de los jueces y demás autoridades, me han privado de mi libertad!
     Esto ya no tiene nombre, y ha venido a demostrar que si conmigo, que hasta cierto punto merecía respeto, aunque no fuese sino por que el decoro de usted, se han cometido atentados tan escandalosos, ¿Qué será con mis numerosos partidarios?
     Algunos de ellos tratados con crueldad, en Torreón, están acusados de sediciosos y en el proceso tiene por base, ¡anónimos que el jefe político pretende haber recibido!
     Otros, como en esta, San Luis, Saltillo, Puebla, Cananea, Orizaba, etc., son reducidos a prisión por que se ocupan en preparar los trabajos electorales.
     En cuanto a mi, desde este encierro en donde me tiene usted reducido, no puedo hacer mas que publicar mi manifiesto aludido, y tranquilo espero sus consecuencias. Se muy bien que con jueces obedientes a la consigna y superiores poco escrupulosos darles cuando se trata de beneficiar a su partido. Mi suerte esta en sus manos y se me podrá procesar y condenar por los mayores delitos. ¡Que así sea!, pero tengo la conciencia de servir a mi patria con lealtad y honradez, y los mayores peligros personales no me han de arredrar para servirla.
     Soy su atento servidor.
         Francisco I. Madero.

Fuente: González Garza Federico. La Revolución Mexicana. Mi contribución político-literaria. (Biblioteca de obras fundamentales de la Independencia y la Revolución). Comisión Nacional para la celebración del 175 Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana, México, INEHRM, 1985. pp. 433-436.