El 6 de julio de 1938 al partir de regreso a su pais, este dejo una extensa carta a Daniels que a su vez envio copias de esta carta al departamento de estado y al presidente Roosevelt, con el titulo de "opinion de un estadounidense que simpatiza con los fines de la politica agraria de Cárdenas.
Esta carta resulta de suma importancia, debido a que en relativamente pocas paginas Tannenbaum consiguio decribir la posicion politica de México y Lázaro Cárdenas, pero sobre todo de "la maquinaria" que estaba impulsando este movimiento nacional en el que los campesinos eigian lo que consideraban "su parte". esperamos que estas lineas les ayude a entender con mayor claridad que estaba sucediendo en México por aquella epoca.
Mí querido señor
embajador:
Como
usted sabe, pase el mes ultimo viajando por el país con el presidente
Cárdenas. Lo alcance en San Luis Potosí el 1° de junio y
me despedí de el ayer; y antes de partir para
Perú pensé que debería trasmitir a usted algunas de mis
impresiones sobre la situación inmediata en México.
Al dejar San Luis Potosí viajamos a través del estado prácticamente sin
ninguna protección militar, si bien es verdad
que mientras visitamos Ciudad del Maíz, lugar natal de
Cedillo, teníamos alrededor de doce docenas de soldados con nosotros,
aunque la propia Ciudad del Maíz tiene una cantidad considerable de
militares estacionados. Fuimos a el Salto, a donde es difícil llegar,
y subimos a pie a través de bosques y junglas por unos
siete kilómetros sin ninguna fuerza militar, excepto las normales
pistolas que los mexicanos portan como cosa habitual, y creo que un miembro del
grupo llevaba una metralleta. Después de dejar el estado de
San Luis Potosí fuimos a Tampoco, visitamos los campos
petroleros a través de todo el distrito de las Huastecas, fuimos
a Tuxpan, Veracruz, Visitamos Poza Rica; y utilizando el barco de
guerra mexicano Obregón viajamos a Puerto México y remontamos
el rio hasta Minatitlán.
La impresión general que tengo es que los campos
petroleros están trabajando; los
trabajadores están entusiastas; el presidente tuvo en estos
campos una recepción muy impresionante por su
espontaneidad y su bullicio. Indudablemente, existen algunos
problemas de disciplina en los campos petroleros entre los sindicatos, pero en
conjunto la cosa parece estar funcionando mucho más fluidamente de lo que
nadie habría supuesto que fuera posible. No quiero discutir
la cuestión del petróleo en esta carta que le estoy enviando y solo
le estoy dando la impresión general que me dejo una visita de un mes
a los campos petroleros lo cual puede resumirse mejo diciendo que obtuve
una impresión de orden y entusiasmo y una gran confianza en el
presidente mismo. Podría repetir que viajamos por todo ese distrito
sin ninguna guardia militar y ningún policía.
Antes de despedirme del presidente, me mostró una carta
que había recibido de Castillo Nájera en Washington, y
esta carta es la principal razón por la cual escribo a usted. La carta
informaba una conversación entre Castillo Nájera y el
señor Welles e indicaba que la oferta del gobierno mexicano de pagar
por las pequeñas propiedades expropiadas, especialmente en el valle
del Yaqui, no sería aceptada por el gobierno de Estados Unidos sin
plantear la cuestión más amplia dela responsabilidad del gobierno
mexicano por todas las propiedades estadounidenses que han sido
afectadas. También se me halo, pero no se me mostró, de una
carta del señor Welles al embajador Castillo Nájera subrayando y reforzando el
tono general dela conversación informada en la carta del señor
Castillo Nájera.
Tengo la impresión de que la posición asumida por el
Departamento de Estado en esta cuestión ha provocado una muy
seria frustración psicológica. Creo que el sentimiento que tenía el
presidente Cárdenas cuando estuvo de acuerdo en tratar de pagar durante su
periodo de gobierno por las pequeñas propiedades expropiadas en general, y por
la del valle del Yaqui en particular, era porque pensaba que estaba haciendo
algo que el presidente Roosevelt quería que se hiciera. Era una
especie de gesto espontaneo y amistoso de buena voluntad de su parte, para coincidir
con lo que él pensaba seria el interés del presidente Roosevelt por
la gente sencilla. Cárdenas lo hizo, según colijo, sin plantear o
tratar de plantear as cuestiones más amplias involucradas. Tiene un aprecio muy
grande por el presidente Roosevelt y sus políticas interna y
exterior y se excedió de sus límites tratando de hacer algo para
mostrar su buena voluntad personal hacia esas políticas.
Haber hecho que ese
acto de parte suya se convierta en la base para plantear una serie de
cuestiones que el gobierno mexicano siente que no está preparado para
enfrentar, ha llevado a una especie de caída psicológica que nos
deja en nuestras relaciones con México no solo adonde estábamos hace
unos meses sino, me temo, aun un poco más atrás. Es mi conjetura y estoy
solo conjeturando que estamos peor, desde el punto de vista de sentimientos y
actitudes, de lo que hemos estado en ningún momento durante un
periodo seguramente de un año.
En
vista de lo anterior, me parece que alela pena que trate de explicarla situación mexicana
en su aspecto agrario como creo que los mexicanos la ven y, al menos en parte,
como la veo yo mismo, mirada desde adentro de México y no exteriormente desde
Estados Unidos.
La revolución mexicana, según sostiene el gobierno
mexicano, fue hecha por los campesinos para conseguir un pedazo de tierra que
cada uno de ellos pudiera cultivar y poseer. Por razones
demasiado complejas para ser tratadas aquí, el proceso
de distribución de tierras ha sido lento. Es más rápido hoy
que en cualquier otro momento anterior a 1915, cuando comenzó; pero
aun así, ellos sienten que están apenas a mitad del camino. En
los libros del Departamento Agrario hay en este momento más de doce mil
demandas de pueblos pidiendo tierra, que el gobierno mexicano siente que tienen
que ser satisfechas no solo para cumplir los propósitos de
la revolución sino también para mantener la paz interior.
Esta es una cuestión de importancia fundamental para nosotros
si quisiéremos entender lo que está ocurriendo en
la cuestión agraria en México.
El
gobierno mexicano siente, y creo que en esto tiene razón que el
movimiento agrario es más fuerte que el gobierno; que ningún gobierno
mexicano desde 1915 ha podido detener el proceso de distribución de
tierras, aunque lo hubiera querido; que el actual gobierno
no podría detener el proceso de reparto agrario, aun si
quisiera hacerlo sin precipitar ya sea una revolución en su
contra de carácter muy serio o, si no una revolución,
seguramente una violencia universal y desorganizada
en todo el país. Según piensa el gobierno mexicano y
creo que esta en lo cierto los miles de pueblos que no han recibido tierras no
se quedaran quietos contemplando como se les niega lo que ya han recibido otros
pueblos al otro lado del camino o más allá de la
loma. Equivaldría a un
suicidio político si algún gobierno en México interrumpiera
desde ahora el movimiento agrario, sin completar el proceso
de distribución de tierras. Debe verse a este proceso como un
cambio histórico fundamental que está sucediendo en México, el cual,
como una inundación, es más fuerte que cualquier obstáculo que
alce en su camino; lo único que cualquier gobierno en México puede
hacer hasta que el proceso se complete es acompañarlo, de grado o por la fuerza...
Los Anteriores gobiernos de México lo han acompañado contra
su voluntad, al menos en parte, renuente mente; y lo que lograron fue un
estado continuo y constante de violencia y asesinatos en todo
el territorio nacional. El actual gobierno considera que su deber
hacia México es acompañar a la inundación y satisfacer las demandas
de la gente sencilla, en parte debido a sentimientos humanos por parte del
actual gobierno, pero en gran medida debido a una especie
de percepción política acerca de la historia mexicana que les
hace sentir que el único camino hacia la paz, la estabilidad y la
democracia en México es a través del proceso de reparto de tierras y
que hasta que sea completado ninguna otra cosa fundamental puede realmente
alcanzarse en México.
Si ese
es el caso, existe una cantidad de cuestiones en las cuales es muy deseable que
nosotros seamos muy realistas. Personalmente estoy convencido de que el
actual movimiento agrario no puede ser detenido por este gobierno ni
por ningún otro gobierno que lo remplace, sin precipitar
una revolución. Si realmente queremos detener el movimiento agrario en
México, tendríamos que encarar la posibilidad de
una intervencionismo. Posibilidad que por el momento parece muy remota.
Pero aun en el caso de que interviniéramos, en el plazo de un
año después de la intervención terminaríamos por hacer
lo que el presidente Cárdenas está haciendo, porque descubriríamos que
no podríamos administrar el territorio sin dar a la gente la tierra
que quiere. De lo contrario, la violencia se haría tan universal que
se volvería incontrolable. La única diferencia que
la intervención traería consigo seria
que podríamos arreglar para comprar las propiedades antes de
distribuirlas; pero por el momento no podemos cambiar
la política fundamental del gobierno de México al respecto.
Esto
plantea otra cuestión: la cuestión de la indemnización. Los
ingresos del gobierno mexicano son alrededor de la mitad de lo que la ciudad de
Nueva York gasta en su sistema de escuela pública y preparatoria. Con estos
magros ingresos tiene que mantener un ejército y un
servicio diplomático y administrar un gobierno. Sencillamente no
tiene el dinero que sería necesario para comprar la tierra que las fuerzas políticas obligan
a distribuir.
Desde
cierto punto de vista, por supuesto, el gobierno mexicano, si este proceso va a
continuar hasta el fin, va a distribuir alrededor de dos tercios de
la superficie total del país, y supongo que es una afirmación verdadera
decir que ningún gobierno es lo bastante rico como para
comprar su propio país, y esto es probablemente lo que está sucediendo en
México. Según estimaciones en grueso, el valor actual de la tierra ya
distribuida puede alcanzar los mil millones de dólares, y ellos mismos sienten
que el proceso esta probablemente solo a la mitad del camino. Si el gobierno
mexicano emitiera bonos contra esa propiedad, no podría pagar los
intereses de esos bonos.
En
vista de las enormes demandas y los pequeños ingresos del gobierno mexicano,
cosas como los pueblos que piden ayuda para tener agua potable para disminuir
la mortalidad infantil; cosas como tratar de aumentar
el área cultivada del país de modo que aumente
la provisión de alimentos básicos; cosas tan simples como
construir escuelas para los hijos de los campesinos y de los soldados de modo
que el futuro de México como nación democrática pueda algún día estar
asegurado, son de una urgencia tan apremiante que el actual gobierno no puede
negarse a satisfacerlas en tanto tiene el poder para hacerlo, y cualquier
intento de su parte para asumir responsabilidad financiera por el proceso
histórico básico de la transformación de la propiedad de la tierra de
un sistema feudal a uno democrático simplemente significaría que
su administración tendría que privarse de la posibilidad de realizar
cualquier clase de esfuerzo para mejorar la suerte de la gente sencilla en
estas cuestiones elementales, y aun así no podría cumplir
con las exigencias financieras implicadas por esta distribución de
tierras.
No
estoy defendiendo al gobierno mexicano. Estoy tratando de explicar
su posición tal como él la ve. Y en lo que a mí toca puedo decir que
es una visión honestamente realista de la cuestión.
El
gobierno mexicano no tiene dinero para pagar la tierra que ha tomado y por la
tierra que, inevitablemente, tomará en el futuro inmediato por que las
exigencias de la gente son implacables y su hambre es tan grande que
nada, hasta donde alcanzo a ver, la detendrá, ni siquiera la violencia. La
violencia es algo que dos lados pueden practicar y los campesinos
mexicanos no tienen temor de perder la vida en aras de satisfacer su
ancestral hambre por un pedazo de tierra que puedan cultivar y poseer.
El gobierno mexicano está atrapado entre dos fuerzas, ninguna de las
cuales puede controlar: el subyacente reajuste social, que es más fuerte que él,
y la exigencia de indemnización de los propietarios de
tierras nacionales y extranjeros, que no puede satisfacer. En estas
circunstancias hace lo que cualquier otro gobierno haría: toma el camino
más fácil en la cuestión de que es
el único camino que puede tomar si quiere mantener la
estabilidad política. Cede ante lo inevitable.
Ahora
bien, pedir al gobierno mexicano que asuma responsabilidad financiera por las
tierras estadounidenses expropiadas es pedirle que asuma responsabilidad
(se podría decir, por algo que no es una suma muy grande del monto
total involucrado) por la propiedad de los propietarios de tierras mexicanos,
ingleses, españoles (que son los que más han sufrido) y de otras
nacionalidades, y, como ya indiqué, esto demandaría hacerse responsable de una
cantidad de dinero de la cual ni siquiera podría pagar los intereses
sin comprometer seriamente su administración financiera.
Todo
esto plantea una serie de consideraciones que, según creo nuestro gobierno
tendrá que encarar al tomar una decisión sobre qué va a hacer sobre este
aspecto del problema mexicano.
Cuando el presidente Cárdenas ofreció pagar por las pequeñas propiedades
que habían sido expropiadas en México, no suponía, o entendía, que
esa oferta habría de ser la ocasión para que se le planteara la
cuestión más general que él no está en condiciones de encarar por las obvias
razones antes indicadas. Por supuesto, puede tratar de llegar a un
entendimiento con los propios pequeños propietarios, y supongo que es lo que
tratará en el futuro. Pero a menos que, como gobierno, nosotros estemos
preparados para llegar a los extremos, me parece bastante evidente que
ambos lados se dejarán meramente arrastrar a intercambiar una serie de gestos
amargos que terminarán, como siempre han terminado ese tipo de gestos en México
en los últimos veinte años, dejando el problemas más o menos en el
mismo lugar en que estaba cuando el ejercicio comenzó. Como dije antes,
incluso una intervención sólo podría conducir a que nosotros hiciéramos lo que
el actual gobierno está haciendo y a que pagáramos por hacerlo.
Se me consultara sobre cuál sería una política adecuada en esta
cuestión, diría que deberíamos alentar al gobierno
mexicano, ya sea por sí mismo o por intermedio nuestro,
a efectuar los pagos que pueda a aquéllos hacia quienes
sienten una responsabilidad especial, como son las gentes sencillas, y no deberíamos
hacer anda para interferir con el proceso histórico más vasto que está en
curso, particularmente porque no podemos interferir aunque lo quisiéramos, y
porque a un largo plazo México será un vecino mucho mejor para Estados Unidos
como una nación democrática de pequeños propietarios que cuando era
un sistema feudal basado en grandes plantaciones y en el sistema de peonaje.
Pienso que a largo plazo tenemos mucho que ganar con un México amistoso,
democrático y pacífico.
Reconociendo, como lo hago, la muy difícil posición en que se
encuentra el Departamento de Estado y la justicia obvia de las demandas de
indemnización de los estadounidenses, no siento sino simpatía por las
dificultades del departamento; pero a largo plazo incluso podríamos lograr
alguna indemnización siguiendo una política de comprender las dificultades de
México y ayudarlo a resolverlas, antes que asumiendo una actitud opuesta.
No he dicho casi nada sobre el lado humano y humanitario del problema,
pero no deberíamos pasar por alto, pienso, que lo que ellos están tratando de
hacer con este proceso es darse alguna oportunidad
para conseguir lo elemental para una vida decenté: libertad
física de la persecución y los abusos que significaba el antiguo sistema de
plantaciones; democracia política, que en México sólo puede basarse en un
sistema de pequeñas propiedades; el privilegio de la escolaridad para
sus hijos y la oportunidad de desarrollar
algunas técnicas modernas en la agricultura para poder aumentar la
cantidad de alimentos básicos que el pueblo consume.
Y aunque tales consideraciones tal vez no pesen demasiado en la balanza de
la justicia, no deberíamos olvidar que el problema no representa un
proceso malintencionado para perturbar los derechos de propiedad de otros, sino
más bien la conversión de un modo de vida anti democrático en uno
democrático, a un costo muy elevado para todos los involucrados en él, pero
probablemente bastante inevitable.
Lamento haber tomado tanto tiempo para decir tan poco y espero que usted
me lo persone. } El presidente Cárdenas me preguntó si podía detenerme en
México en mi camino de regreso desde Perú en septiembre.
Espero poder hacerlo. Me concederé entonces el gusto de volver a
usted.
Sinceramente, Frank Tannenbaum
P.S. Tal vez la situación mexicana puede ser mejor percibida
desde el punto de vista estadounidense, como un postergado proceso
de homesteading [colonización agrícola de farmers o
pequeños propietarios] como el que nosotros atravesamos en nuestra historia,
con la gran diferencia de que en nuestro caso grandes extensiones no tenían
propietario, mientras en México habían sido apropiadas por un puñado de
personas y en muchos casos habían sido dejadas sin cultivar y sin uso
alguno. F. T.
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