viernes, 21 de marzo de 2014

carta de Frank Tannenbaum

    Frank Tannenbaum era profesor de la universidad de Columbia con un lejano pasado de izquierda, una cercana amistad por el presidente Lázaro Cárdenas y un gran conocimiento sobre México, su gente y sobre todo su historia.
    El 6 de julio de 1938 al partir de regreso a su pais, este dejo una extensa carta a Daniels que a su vez envio copias de esta carta al departamento de estado y al presidente Roosevelt, con el titulo de "opinion de un estadounidense que simpatiza con los fines de la politica agraria de Cárdenas.
    Esta carta resulta de suma importancia, debido a que en relativamente pocas paginas Tannenbaum consiguio decribir la posicion politica de México y Lázaro Cárdenas, pero sobre todo de "la maquinaria" que estaba impulsando este movimiento nacional en el que los campesinos eigian lo que consideraban "su parte". esperamos que estas lineas les ayude a entender con mayor claridad que estaba sucediendo en México por aquella epoca.

Mí querido señor embajador:
     Como usted sabe, pase el mes ultimo viajando por el país con el presidente Cárdenas. Lo alcance en San Luis Potosí el 1° de junio y me despedí de el ayer; y antes de partir para Perú pensé que debería trasmitir a usted algunas de mis impresiones sobre la situación inmediata en México.
     Al dejar San Luis Potosí viajamos a través del estado prácticamente sin ninguna protección militar, si bien es verdad que mientras visitamos Ciudad del Maíz, lugar natal de Cedillo, teníamos alrededor de doce docenas de soldados con nosotros, aunque la propia Ciudad del Maíz tiene una cantidad considerable de militares estacionados. Fuimos a el Salto, a donde es difícil llegar, y subimos a pie a través de bosques y junglas por unos siete kilómetros sin ninguna fuerza militar, excepto las normales pistolas que los mexicanos portan como cosa habitual, y creo que un miembro del grupo llevaba una metralleta. Después de dejar el estado de San Luis Potosí fuimos a Tampoco, visitamos los campos petroleros a través de todo el distrito de las Huastecas, fuimos a Tuxpan, Veracruz, Visitamos Poza Rica; y utilizando el barco de guerra mexicano Obregón viajamos a Puerto México y remontamos el rio hasta Minatitlán.
     La impresión general que tengo es que los campos petroleros están trabajando; los trabajadores están entusiastas; el presidente tuvo en estos campos una recepción muy impresionante por su espontaneidad y su bullicio. Indudablemente, existen algunos problemas de disciplina en los campos petroleros entre los sindicatos, pero en conjunto la cosa parece estar funcionando mucho más fluidamente de lo que nadie habría supuesto que fuera posible. No quiero discutir la cuestión del petróleo en esta carta que le estoy enviando y solo le estoy dando la impresión general que me dejo una visita de un mes a los campos petroleros lo cual puede resumirse mejo diciendo que obtuve una impresión de orden y entusiasmo y una gran confianza en el presidente mismo. Podría repetir que viajamos por todo ese distrito sin ninguna guardia militar y ningún policía.
     Antes de despedirme del presidente, me mostró una carta que había recibido de Castillo Nájera en Washington, y esta carta es la principal razón por la cual escribo a usted. La carta informaba una conversación entre Castillo Nájera y el señor Welles e indicaba que la oferta del gobierno mexicano de pagar por las pequeñas propiedades expropiadas, especialmente en el valle del Yaqui, no sería aceptada por el gobierno de Estados Unidos sin plantear la cuestión más amplia dela responsabilidad del gobierno mexicano por todas las propiedades estadounidenses que han sido afectadas. También se me halo, pero no se me mostró, de una carta del señor Welles al embajador Castillo Nájera subrayando y reforzando el tono general dela conversación informada en la carta del señor Castillo Nájera.
     Tengo la impresión de que la posición asumida por el Departamento de Estado en esta cuestión ha provocado una muy seria frustración psicológica. Creo que el sentimiento que tenía el presidente Cárdenas cuando estuvo de acuerdo en tratar de pagar durante su periodo de gobierno por las pequeñas propiedades expropiadas en general, y por la del valle del Yaqui en particular, era porque pensaba que estaba haciendo algo que el presidente Roosevelt quería que se hiciera. Era una especie de gesto espontaneo y amistoso de buena voluntad de su parte, para coincidir con lo que él pensaba seria el interés del presidente Roosevelt por la gente sencilla. Cárdenas lo hizo, según colijo, sin plantear o tratar de plantear as cuestiones más amplias involucradas. Tiene un aprecio muy grande por el presidente Roosevelt y sus políticas interna  y exterior y se excedió de sus límites tratando de hacer algo para mostrar su buena voluntad personal hacia esas políticas.
Haber hecho que ese acto de parte suya se convierta en la base para plantear una serie de cuestiones que el gobierno mexicano siente que no está preparado para enfrentar, ha llevado a una especie de caída psicológica que nos deja en nuestras relaciones con México no solo adonde estábamos hace unos meses sino, me temo, aun un poco más atrás. Es mi conjetura y estoy solo conjeturando que estamos peor, desde el punto de vista de sentimientos y actitudes, de lo que hemos estado en ningún momento durante un periodo seguramente de un año.
     En vista de lo anterior, me parece que alela pena que trate de explicarla situación mexicana en su aspecto agrario como creo que los mexicanos la ven y, al menos en parte, como la veo yo mismo, mirada desde adentro de México y no exteriormente desde Estados Unidos.
     La revolución mexicana, según sostiene el gobierno mexicano, fue hecha por los campesinos para conseguir un pedazo de tierra que cada uno de ellos pudiera cultivar y poseer. Por razones demasiado complejas para ser tratadas aquí, el proceso de distribución de tierras ha sido lento. Es más rápido hoy que en cualquier otro momento anterior a 1915, cuando comenzó; pero aun así, ellos sienten que están apenas a mitad del camino. En los libros del Departamento Agrario hay en este momento más de doce mil demandas de pueblos pidiendo tierra, que el gobierno mexicano siente que tienen que ser satisfechas no solo para cumplir los propósitos de la revolución sino también para mantener la paz interior. Esta es una cuestión de importancia fundamental para nosotros si quisiéremos entender lo que está ocurriendo en la cuestión agraria en México.
     El gobierno mexicano siente, y creo que en esto tiene razón que el movimiento agrario es más fuerte que el gobierno; que ningún gobierno mexicano desde 1915 ha podido detener el proceso de distribución de tierras, aunque lo hubiera querido; que el actual gobierno no podría detener el proceso de reparto agrario, aun si quisiera hacerlo sin precipitar ya sea una revolución en su contra de carácter muy serio o, si no una revolución, seguramente una violencia universal y desorganizada en todo el país. Según piensa el gobierno mexicano y creo que esta en lo cierto los miles de pueblos que no han recibido tierras no se quedaran quietos contemplando como se les niega lo que ya han recibido otros pueblos al otro lado del camino o más allá de la loma. Equivaldría a un suicidio político si algún gobierno en México interrumpiera desde ahora el movimiento agrario, sin completar el proceso de distribución de tierras. Debe verse a este proceso como un cambio histórico fundamental que está sucediendo en México, el cual, como una inundación, es más fuerte que cualquier obstáculo que alce en su camino; lo único que cualquier gobierno en México puede hacer hasta que el proceso se complete es acompañarlo, de grado o por la fuerza...
     Los   Anteriores gobiernos de México lo han acompañado contra su voluntad, al menos en parte, renuente mente; y lo que lograron fue un estado continuo y constante de violencia y asesinatos en todo el territorio nacional. El actual gobierno considera que su deber hacia México es acompañar a la inundación y satisfacer las demandas de la gente sencilla, en parte debido a sentimientos humanos por parte del actual gobierno, pero en gran medida debido a una especie de percepción política acerca de la historia mexicana que les hace sentir que el único camino hacia la paz, la estabilidad y la democracia en México es a través del proceso de reparto de tierras y que hasta que sea completado ninguna otra cosa fundamental puede realmente alcanzarse en México.
    Si ese es el caso, existe una cantidad de cuestiones en las cuales es muy deseable que nosotros seamos muy realistas. Personalmente estoy convencido de que el actual movimiento agrario no puede ser detenido por este gobierno ni por ningún otro gobierno que lo remplace, sin precipitar una revolución. Si realmente queremos detener el movimiento agrario en México, tendríamos que encarar la posibilidad de una intervencionismo. Posibilidad que por el momento parece muy remota. Pero aun en el caso de que interviniéramos, en el plazo de un año después de la intervención terminaríamos por hacer lo que el presidente Cárdenas está haciendo, porque descubriríamos que no podríamos administrar el territorio sin dar a la gente la tierra que quiere. De lo contrario, la violencia se haría tan universal que se volvería incontrolable. La única diferencia que la intervención traería consigo seria que podríamos arreglar para comprar las propiedades antes de distribuirlas; pero por el momento no podemos cambiar la política fundamental del gobierno de México al respecto.
    Esto plantea otra cuestión: la cuestión de la indemnización. Los ingresos del gobierno mexicano son alrededor de la mitad de lo que la ciudad de Nueva York gasta en su sistema de escuela pública y preparatoria. Con estos magros ingresos tiene que mantener un ejército y un servicio diplomático y administrar un gobierno. Sencillamente no tiene el dinero que sería necesario para comprar la tierra que las fuerzas políticas obligan a distribuir.
    Desde cierto punto de vista, por supuesto, el gobierno mexicano, si este proceso va a continuar hasta el fin, va a distribuir alrededor de dos tercios de la superficie total del país, y supongo que es una afirmación verdadera decir que ningún gobierno es lo bastante rico como para comprar su propio país, y esto es probablemente lo que está sucediendo en México. Según estimaciones en grueso, el valor actual de la tierra ya distribuida puede alcanzar los mil millones de dólares, y ellos mismos sienten que el proceso esta probablemente solo a la mitad del camino. Si el gobierno mexicano emitiera bonos contra esa propiedad, no podría pagar los intereses de esos bonos.
    En vista de las enormes demandas y los pequeños ingresos del gobierno mexicano, cosas como los pueblos que piden ayuda para tener agua potable para disminuir la mortalidad infantil; cosas como tratar de aumentar el área cultivada del país de modo que aumente la provisión de alimentos básicos; cosas tan simples como construir escuelas para los hijos de los campesinos y de los soldados de modo que el futuro de México como nación democrática pueda algún día estar asegurado, son de una urgencia tan apremiante que el actual gobierno no puede negarse a satisfacerlas en tanto tiene el poder para hacerlo, y cualquier intento de su parte para asumir responsabilidad financiera por el proceso histórico básico de la transformación de la propiedad de la tierra de un sistema feudal a uno democrático simplemente significaría que su administración tendría que privarse de la posibilidad de realizar cualquier clase de esfuerzo para mejorar la suerte de la gente sencilla en estas cuestiones elementales, y aun así no podría cumplir con las exigencias financieras implicadas por esta distribución de tierras.
    No estoy defendiendo al gobierno mexicano. Estoy tratando de explicar su posición tal como él la ve. Y en lo que a mí toca puedo decir que es una visión honestamente realista de la cuestión.
    El gobierno mexicano no tiene dinero para pagar la tierra que ha tomado y por la tierra que, inevitablemente, tomará en el futuro inmediato por que las exigencias de la gente son implacables y su hambre es tan grande que nada, hasta donde alcanzo a ver, la detendrá, ni siquiera la violencia. La violencia es algo que dos lados pueden practicar y los campesinos mexicanos no tienen temor de perder la vida en aras de satisfacer su ancestral hambre por un pedazo de tierra que puedan cultivar y poseer. El gobierno mexicano está atrapado entre dos fuerzas, ninguna de las cuales puede controlar: el subyacente reajuste social, que es más fuerte que él, y la exigencia de indemnización de los propietarios de tierras nacionales y extranjeros, que no puede satisfacer. En estas circunstancias hace lo que cualquier otro gobierno haría: toma el camino más fácil en la cuestión de que es el único camino que puede tomar si quiere mantener la estabilidad política. Cede ante lo inevitable.
    Ahora bien, pedir al gobierno mexicano que asuma responsabilidad financiera por las tierras estadounidenses expropiadas es pedirle que asuma responsabilidad (se podría decir, por algo que no es una suma muy grande del monto total involucrado) por la propiedad de los propietarios de tierras mexicanos, ingleses, españoles (que son los que más han sufrido) y de otras nacionalidades, y, como ya indiqué, esto demandaría hacerse responsable de una cantidad de dinero de la cual ni siquiera podría pagar los intereses sin comprometer seriamente su administración financiera.
    Todo esto plantea una serie de consideraciones que, según creo nuestro gobierno tendrá que encarar al tomar una decisión sobre qué va a hacer sobre este aspecto del problema mexicano.
     Cuando el presidente Cárdenas ofreció pagar por las pequeñas propiedades que habían sido expropiadas en México, no suponía, o entendía, que esa oferta habría de ser la ocasión para que se le planteara la cuestión más general que él no está en condiciones de encarar por las obvias razones antes indicadas. Por supuesto, puede tratar de llegar a un entendimiento con los propios pequeños propietarios, y supongo que es lo que tratará en el futuro. Pero a menos que, como gobierno, nosotros estemos preparados para llegar a los extremos, me parece bastante evidente que ambos lados se dejarán meramente arrastrar a intercambiar una serie de gestos amargos que terminarán, como siempre han terminado ese tipo de gestos en México en los últimos veinte años, dejando el problemas más o menos en el mismo lugar en que estaba cuando  el ejercicio comenzó. Como dije antes, incluso una intervención sólo podría conducir a que nosotros hiciéramos lo que el actual gobierno está haciendo y a que pagáramos por hacerlo.
     Se me consultara sobre cuál sería una política adecuada en esta cuestión, diría que deberíamos alentar al gobierno mexicano, ya sea por sí mismo o por intermedio nuestro, a efectuar los pagos que pueda a aquéllos hacia quienes sienten una responsabilidad especial, como son las gentes sencillas, y no deberíamos hacer anda para interferir con el proceso histórico más vasto que está en curso, particularmente porque no podemos interferir aunque lo quisiéramos, y porque a un largo plazo México será un vecino mucho mejor para Estados Unidos como una nación democrática de pequeños propietarios que cuando era un sistema feudal basado en grandes plantaciones y en el sistema de peonaje. Pienso que a largo plazo tenemos mucho que ganar con un México amistoso, democrático y pacífico.
     Reconociendo, como lo hago, la muy difícil posición en que se encuentra el Departamento de Estado y la justicia obvia de las demandas de indemnización de los estadounidenses, no siento sino simpatía por las dificultades del departamento; pero a largo plazo incluso podríamos lograr alguna indemnización siguiendo una política de comprender las dificultades de México y ayudarlo a resolverlas, antes que asumiendo una actitud opuesta.
     No he dicho casi nada sobre el lado humano y humanitario del problema, pero no deberíamos pasar por alto, pienso, que lo que ellos están tratando de hacer con este proceso es darse alguna oportunidad para conseguir lo elemental para una vida decenté: libertad física de la persecución y los abusos que significaba el antiguo sistema de plantaciones; democracia política, que en México sólo puede basarse en un sistema de pequeñas propiedades; el privilegio de la escolaridad para sus hijos y la oportunidad de desarrollar algunas técnicas modernas en la agricultura para poder aumentar la cantidad de alimentos básicos que el pueblo consume. Y aunque tales consideraciones tal vez no pesen demasiado en la balanza de la justicia, no deberíamos olvidar que el problema no representa un proceso malintencionado para perturbar los derechos de propiedad de otros, sino más bien la conversión de un modo de vida anti democrático en uno democrático, a un costo muy elevado para todos los involucrados en él, pero probablemente bastante inevitable.
     Lamento haber tomado tanto tiempo para decir tan poco y espero que usted me lo persone. } El presidente Cárdenas me preguntó si podía detenerme en México en mi camino de regreso desde Perú en septiembre. Espero poder hacerlo. Me concederé entonces el gusto de volver a usted.
Sinceramente, Frank Tannenbaum
     P.S. Tal vez la situación mexicana puede ser mejor percibida desde el punto de vista estadounidense, como un postergado proceso de homesteading [colonización agrícola de farmers o pequeños propietarios] como el que nosotros atravesamos en nuestra historia, con la gran diferencia de que en nuestro caso grandes extensiones no tenían propietario, mientras en México habían sido apropiadas por un puñado de personas y en muchos casos habían sido dejadas sin cultivar y sin uso alguno. F. T.



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