El presente es un fragmento de un articulo escrito por Luis Cabrera, en el que se analiza la libertad conquistada durante la revolucion y, a su modo de ver en que estaba terminando dicha libertad obtenida en la revolucion mexicana, hemos obtado por poner los gragmentos mas importantes debido a que es un basto escrito, el cual, leido en pantalla resulta bastante cansado para la vista.
La revolución de 1910 era, en el fondo un
anhelo y un movimiento libertario.
Todos
los ideales revolucionarios, todas las aspiraciones de los mexicanos, todas sus
necesidades, tanto materiales como espirituales y morales podrían resumirse en
una sola palabra: libertad.
Por
mas que ahora algunos consideran la libertan como un concepto teórico, pasado
de moda, lo cierto es que no hay otro vocablo
para denominar mejor al conjunto de los derechos del hombre.
Libertad,
palabra eterna, de connotación infinita; concepto vago e indefinible que
condensa todos los anhelos imprecisos del hombre que siente la necesidad de
vivir conforme a su propio criterio y de realizar sus aspiraciones.
Los
romanos, hombres prácticos como jamás los ha habido, reconocían la existencia
humana de la libertad y la llamada casa inestimable. (libertas inaestimabilis
res est.)
Contrasta
la vaguedad del concepto teórico, sino como necesidad humana palpable, es al
mismo tiempo el derecho a comer, el derecho a trabajar, el derecho a gozar de
los frutos de nuestro esfuerzo, el derecho a amar, el derecho a formar una
familia, el derecho a perpetuarnos en nuestros hijos no solo materialmente,
sino también espiritualmente; el derecho a pensar, el derecho a creer; en suma,
el derecho a vivir conforme a nuestras aspiraciones.
Los
modernos teorizantes del materialismo histórico, creen haber descubierto un
nuevo mundo cuando nos dicen que el individuo no puede tener absoluta libertad,
y que sus actos deben estar restringidos por los derechos de la sociedad. Nadie
ha negado eso, ni es una novedad descubierta por Marx. Hace mas de dos mil años
que los romanos, no solo en teoría, sino en la practica, se gobernaban por ese
mismo principio de que la libertad de cada quien estaba restringida por los
derechos de los demás, y de que el justo medio consistía en vivir honestamente,
no hacer daño a los demás y dar cada quien lo suyo. Solo que ahora en vez de
decir “los demás” se ha inventado una especie de fetiche con el nombre de
Sociedad (así, con mayúscula), termino todavía mas vago y concepto mas
impreciso que el de libertad.
Para
los modernos socialistas, el individuo no existe, la Sociedad es todo. Creen
que la sociedad es una entidad independiente, una especie de rival del
individuo. Como si pudiera existir el organismo sin las celdillas; como si
pudiera haber patria sin mexicanos, como si pudiera haber ejercito sin
soldados, o sindicatos sin obreros, o cooperativas sin campesinos.
La
sociedad no es otra cosa que el conjunto de los individuos organizados para
poder lograr mejor la felicidad de los hombres de carne y hueso, que comen, que
piensan y que viven. Como el sindicato no es más que la forma en que están
agrupados los obreros, que son los que trabajan; como la cooperativa no es mas que el
procedimiento para que los campesinos puedan sembrar y cosechar y comer, y
vivir de lo que rinda la tierra. Como la patria no es en suma más que el
conjunto de los hombres que agrupados a su vez en familias van marchando a
través de los siglos y de generación en generación hacia una vida mejor y más
humana.
La sociedad, por si sola no tiene necesidades,
ni tiene derechos, ni piensa, ni ama, ni sufre, ni ha menester la libertad.
Lo
que por vía de concisión se llama los derechos de la sociedad, son los derechos
de los hombres que la componen, entendidos esos derechos de modo que realmente
conduzcan a su mejoramiento, sin que los intereses o las ambiciones de unos
cuantos restrinjan o impidan el bienestar de los demás. Siempre se ha entendido
así la libertad.
La
libertad ha llegado a ser un concepto impreciso por que resume y condensa no
solo el derecho a satisfacer nuestras necesidades materiales, sino
principalmente la forma en que cada quien entiende y siente esas necesidades; y
además por que abarca no solo los derechos sobre nosotros mismos, sino a través
del tiempo sobre nuestra familia y nuestro hijos; y por que incluye, además de
nuestras necesidades materiales, todas nuestras aspiraciones y nuestros anhelos
morales y espirituales.
La
libertad en el salvaje casi no significa más que el derecho a comer y a vivir.
En el hombre civilizado, la libertad “es una cosa inestimable” que abarca desde
el derecho a comer, hasta el derecho a creer en Dios.
Pero
los modernos teorizantes del materialismo histórico nos dicen que los pueblos
del mundo siempre se han movido exclusivamente por la materialidad de sus
necesidades económicas y que, por consiguiente, lo único que se necesita es organizar
a los hombres de modo que produzcan lo suficiente para comer, que es la única
necesidad común a todos los mortales.
El
individuo, dicen, no deben tener libertad frente a los derechos sociales; el
individuo debe ser un esclavo de la sociedad, cuyas necesidades interpreta y
representa el estado. Todos deben ser servidores del Estado, esclavos de la
tierra, agentes del sindicato, peones de la cooperativa, empleados de un
servicio público. El comen o si visten, y si viven y si se reproducen, ha de
ser solamente para beneficio de la sociedad.
Y
como el estado es el supremo intérprete de los derechos de la sociedad, todos
los hombres deben estar al Servicio del Estado.
Los
que combatimos la tiranía del general Díaz por convencimiento de que no había
libertad en el régimen porfirista, no podemos estar conformes con un sistema
que es mucho mas tiránico que aquel.
Los
nombres cambian, pero los dictadores subsisten.
El
general Díaz llego a ser el supremo intérprete de la felicidad de la patria
conforme a las ideas de los científicos y de los terratenientes. Con que se
cambie el nombre y se diga ahora que el Estado es el supremo interprete de los
derechos de la sociedad, no hemos adelantado nada. Por que detrás de la palabra
Estado, esta la palabra gobierno, y detrás de la palabra gobierno estarán
siempre los hombres que quieran arrogarse la facultad de resolver cuales son
las necesidades sociales a que ha de estar esclavizado el individuo.
Los
modernos sociólogos nos dicen: el individualismo esta bien muerto; no hay que
hacer caso de los derechos individuales, ni tener en cuenta la voluntad del
hombre, cuando se persigue el bien de la sociedad. Por lo demás, concluyen, la
libertad nunca ha existido, ni menos en México, y por consiguiente no hay
necesidad de preocuparse por respetar la libertad.
Los
revolucionarios de Entonces no luchábamos por una libertad teórica o por la
mera libertad política. Luchábamos por las libertades concretas cuya ausencia
asumía la forma de esclavitudes: el contingente, la cárcel, el destierro, la
relegación, el cacique, el capataz, el amo, el patrón, que eran otras tantas
instituciones de crueldad contra la libertad humana.
Los
revolucionarios de entonces no podremos prescindir del concepto de libertad. Y
seguiremos aspirando a ella, aunque jamás la hayamos tenido. Precisamente
porque no la tenemos todavía, y por que nuestra revolución, la de entonces no
pudo realizarla.
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